Los males actuales del Partido Laborista británico son muchos y la mar de sorprendentes. Así, hoy en día inspira al país más confianza que los conservadores -un 4% más en las encuestas de octubre-, pero nadie cree que podría ganar las próximas elecciones. Y ello, ante todo, por culpa del dirigente máximo laborista, Ed Miliband, quien en las encuestas inspira un 74% de desconfianza total del electorado británico.

Si bien el mayor problema laborista es que en los años que lleva en la oposición no ha sido capaz de ofrecer un programa mínimamente atractivo para el pueblo, lo que más inquieta al electorado es que al líder laborista no se le ven ni ideas, ni equipo, ni carisma ni iniciativa.

Esto último se ve de manera patente en una querencia xenófoba cada vez mayor de Gran Bretaña, fenómeno que Ed Miliband no ha sabido capitalizar políticamente más que en un latiguillo -“los inmigrantes han de ganarse los derechos a la asistencia social antes de reclamarla”-, pero ningún anteproyecto de ley. En realidad, en esos años de oposición, la camarilla de Miliband no ha generado ninguna idea gubernamental que haya merecido la atención del electorado. En las encuestas apenas alguno ha podido recordar propuestas laboristas presentadas en el Parlamento en el último decenio.

Los rivales de Ed Miliband -y aún más, sus enemigos- atribuyen esa esterilidad política del dirigente laborista a uno de los rasgos más marcados de su carácter: es un “perro del hortelano” político. No deja medrar a nadie a su lado y mucho menos que alguien se perfile aportando ideas y sugiriendo iniciativas de impacto popular. Tan acusada es esta faceta de la personalidad de Ed Miliband que se ha dicho de él que “? ha logrado aislarse dentro del partido?”.

En honor a la vedad, el hombre tampoco lo tuvo ni lo tiene fácil. Para empezar está su historial político: fue ministro con Gordon Brown -un jefe de Gobierno de escasa fortuna- y secretario de Estado con Tony Blair, un jefe de Gobierno laborista al que hoy se le ve como a un político que se equivocó de partido y dirigió a los laboristas con ideas conservadoras.

Y luego está la ascensión a la jefatura del partido en septiembre del 2010 en una pugna fratricida con David Miliband, un hombre brillante y muy apreciado en aquel entonces, pero que tenía que apechugar con el sambenito de representar al “new labour” aún más que el mismo Blair.

Pero así y todo, el mayor reproche que se le hace a Ed Miliband es que parece apostar todas las opciones laboristas de recuperar el Gobierno a que el gabinete conservador/liberal se ahogue en sus propios errores.