HACIA el minuto 86 del Córdoba-Real Sociedad Jagoba Arrasate tenía asegurado el puesto de entrenador al menos para una semana más porque el equipo txuriurdiñ estaba ganando el partido (0-1). Un minuto después Xisco remata con su mano izquierda a un palmo de la portería y el balón entra. Ni Del Cerro Grande, árbitro del encuentro, ni sus ayudantes ven la irregularidad y en consecuencia dan por válida la jugada, el gol del equipo andaluz y, a la postre, el empate final que firma la sentencia del técnico vizcaino. Es decir, sobre el infortunio, sobre un error completamente ajeno a la voluntad o influencia del técnico, se construye lo que se puede considerar como una evidente injusticia: el cese de Arrasate.

Volvamos a la jugada de marras. Si Del Cerro Grande se hubiera percatado de la irregularidad, habría anulado el gol cordobés y amonestado a Xisco, y la Real tomado el camino de regreso a Donostia en alegre biribilketa, con los tres puntos en el zurrón. Naturalmente, Arrasate tendría al menos otra oportunidad para enderezar la nave blanquiazul, baqueteada por los malos resultados. Y en la Real ya saben un rato sobre los inescrutables caminos del fútbol, pues el antecesor de Jagoba, el francés Philippe Montanier, salvó varios match ball y terminó clasificando al equipo para la Champions 2013-14 antes de entregar la batuta al neófito técnico de Berriatua.

Al parecer, y salvo sorpresa mayúscula, la noticia sobre la destitución de Arrasate no es oficial porque el club guipuzcoano todavía no ha cerrado el acuerdo con el probable sustituto, al parecer el alemán Thomas Tuchel, que tiene contrato en vigor con el Mainz, aunque no ejerce como entrenador. Pero un cambio tan radical no se improvisa durante un calentón de sábado noche, sino más bien parece consecuencia de un veredicto tomado con anterioridad y pendiente de fecha, firma y los caprichos del balón, que igual le da a partir de entonces por entrar con fruición en la portería contraria, el muy cabrito.

Semejante coyuntura nos lleva a las siguientes hipótesis: que la alternativa de Tuchel (el cacareado revulsivo) es un globo sonda lanzado por la dirección de la Real para ver cómo reacciona la hinchada y los medios de comunicación, tan proclives a especular y escribir historias de escaso fuste en el aire.

Sin embargo, de consumarse el relevo en el banquillo realista, la decisión adquiere incluso una dimensión ética. Regresemos al momento culminante que desencadena el drama: el gol de Xisco. En buena ley, tanto el presidente de la Real Jokin Aperribay como el director técnico, Lorenzo Juarros, que son quienes cortan el bacalao, deberían aplazar la destitución, ya que la chispa que provoca el incendio surge de una injusticia y, moralmente al menos, la Real ganó al Córdoba. De lo contrario se puede entrar en una delirante deriva: ¿Acaso Aperribay y Loren dan por bueno el error arbitral, ya que semejante desafuero allanaba sus planes?

Recuerdo a un presidente del Athletic preguntando visiblemente nervioso a los periodistas tras un partido precisamente frente a la Real Sociedad: ¿Ha sido penalti, ha sido penalti...? Porque de haberle contestado que no, que el colegiado se lo había sacado de la manga, el susodicho mandatario se habría encontrado con un argumento deontológico para postergar la traumática decisión de despedir al entrenador.

Cuando la crisis envuelve a la Real, en el Athletic se asiste a un panorama completamente distinto partiendo de parecida sintomatología: la calamidad futbolística, y a nadie se le ocurre culpabilizar a Ernesto Valverde, sino más bien al contrario: es un intocable y está por encima del bien y del mal (lo cual corrobora la encuesta que hoy publica este periódico). Entonces, ¿quiénes son los culpables? Los jugadores, responde el pueblo soberano. ¿Y acaso no es el entrenador el máximo responsable del bajo rendimiento de sus pupilos? Pues no, añade el socio, tan perplejo como desconcertado, que aún alucina sobre cómo pudo ser precisamente Etxeita el autor del único disparo a puerta, y que tan poca cosa fuera suficiente para resolver el horrendo partido de Almería.