las elecciones presidenciales brasileñas de hoy domingo se perfilan como un duelo entre dos mujeres -la actual presidenta, Dilma Rousseff, y la candidata del PSB (Partido Socialista del Brasil), Marina Silva-, pero en realidad los dos grandes protagonistas de estos comicios son la crisis económica y Joao Santana, el fabricante de presidentes.
De la crisis no hay mucho que contar. Brasil la padece cruelmente después de unos años de bonanza, y las protestas en el pasado campeonato mundial de fútbol dan una idea más que cumplida del descontento popular. Pero penurias las ha pasado el país muchas veces sin que llegasen siempre a decidir la lucha electoral.
De Santana, por el contrario, se puede hablar muchísimo. Es un profesional de la política al que en Brasil se le conoce como el estratega de las elecciones y ha sido el hombre clave de las victorias de Luiz Inácio Lula da Silva en el 2006 (segunda legislatura del Partido de los Trabajadores (PT)) con más del 60% de los votos y de la actual presidenta, también del PT -en aquél entonces, casi una desconocida del gran público- en los comicios del 2010, con el 56% de los votos.
En realidad, Santana es un mercenario de la política y sus consejos tuvieron mucho que ver con los éxitos en las urnas de Chávez en Venezuela; Danilo Medina, en la República Dominicana: y José E. dos Santos en Angola. Y ahora Santana es el consejero principal de Marina Silva en la pugna de esta con la antigua clienta de Santana, la presidenta Rousseff. Las encuestas apuntan a que Santana volverá a ser fabricante de presidentes, pese al equilibrio de fuerzas entre las dos candidatas. Este equilibrio ha determinado que todo el mundo dé por seguro que la presidencia se dirimirá el 26 de octubre en una segunda vuelta.
Sólo que esta vez, el fabricante de presidentes habrá tenido una de sus tareas más difíciles. Porque el currículo de Marina Silva es de los menos atrayentes; es el perfil de una persona cuya ambición de poder parece no tener fronteras ni lealtades. Esa ansia de poder le ha permitido olvidarse de los años de militancia y activismo en las filas del PT (llegó a ser ministra con Lula hasta que vio que no tenía oportunidades de ascenso en el PT y dimitió) y presentarse ahora sin ambages como la campeona de los pobres del país. Para ello ha aireado su condición de hija de unos campesinos pobres (Rousseff es hija de empresarios, aunque tuvo veleidades guerrilleras) que sabe lo que es ser mulata de tez muy oscura, pasar hambre y fracasar en la lucha contra la corrupción de la Administración. Con esto último Marina Silva alude a su dimisión del Gabinete de Lula a causa de los chanchullos en la construcción de una presa en un afluente del Amazonas. No hay que decir que esta historia la cuentan de muy otra manera en el PT.