El Kurdistán, más cerca que nunca
las actuales piruetas político-militares en torno a un eventual Kurdistán se remontan a cien años atrás y han sido movidas desde siempre por los intereses de las grandes potencias.
Y es que a los kurdos les prometieron las potencias aliadas tras la I Guerra Mundial (1920, Tratado de Sévres) la celebración de un plebiscito para la eventual creación de un Kurdistán. En aquel entonces se pensaba ante todo en acabar de desmembrar el Imperio Otomano, al que había pertenecido prácticamente todo el Oriente Medio. Pero Gran Bretaña se había quedado con el protectorado sobre Irán e Irak y no tenía la menor intención de dejar que los riquísimos yacimientos de esos dos países fueran a parar a nadie más, por muchos derechos históricos que tuvieran los indígenas sobre el territorio.
En el caso de los kurdos, los tienen. El Norte del Irak fue en los albores de la Historia la cuna del mayor imperio militarista de la Antigüedad -el asirio- y la presencia kurda en Siria, Irán, Irak y -muy mayoritariamente- Turquía puede seguirse hasta aquel entonces. Y si el petróleo frustró el prometido plebiscito, la “guerra fría” lo relegó aún más. Porque los kurdos asentados en Turquía jugaron la baza del PKK (Partido Comunista Kurdo) para su independencia tanto por la vía política como terrorista, con lo que Occidente apoyó incondicionalmente en este tema a Ankara.
La relegación del comunismo por los kurdos no les ha servido hasta ahora apenas en sus forcejeos con Turquía, pero sí les quitó el sambenito de proscritos ante las potencias occidentales.
Esta mejora no habría cambiado nada en el problema del Kurdistán de no haber surgido recientemente de la revolución siria el yihadismo ultra radical de ISIS que, en sus últimos avances, parecía capaz de conquistar el Kurdistán iraquí con sus riquísimos yacimientos.
Y la perspectiva de tener un segundo Afganistán mucho más rico y aguerrido que el de los talibán y mucho más cerca de Europa e Israel - el gran protegido de Washington- provocó la decisión de Obama de bombardear las fuerzas de ISIS presentes en las provincias kurdo-iraquíes, suministrar armas a los kurdos y reactivar el plan centenario de la creación de un Estado de los kurdos. Así no solo se le cortarían las alas al terrorismo islamista, sino que -piensan en Washington- se crearía un ente político estable en el Oriente Medio, capaz de asumir la función que desbordó al Irak de Al Maliki, el recién destituido jefe del Gabinete iraquí.