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La luz de Gotzone Etxebarria

una sociedad que olvida y no respeta la memoria de quienes han hecho posible el desarrollo de la cultura durante décadas no es digna de ser tenida como tal. Pasa con muchas personas que tras años de trabajo ímprobo, apenas son recordados por unos pocos. Mientras esto sucede se recitan de carrerilla las alineaciones de equipos deportivos o se sufragan sus déficits económicos a cuenta del erario público. De tanto ocurrir se ha hecho algo cotidiano y normalizado. Los taxistas saben dónde está el estadio de Anoeta, pero desconocen la localización del Museo San Telmo. Ocurrió la semana pasada. Y todavía algunos se creen el ombligo del mundo.

Ha fallecido Gotzone Etxebarria, directora artística de la histórica Galería Mikeldi de Bilbao, pero la mayoría de la población no sabe quién es. Como antes ha sucedido con creadores tan singulares como el escultor Ramón Carrera, parece que su vida y obra han pasado desapercibidas. Y ni siquiera las instituciones les recuerdan. En esta ocasión, gracias a la buena disposición de Sol Panera, se pudo llevar a cabo, el pasado 28 de julio, una reunión en la Galería Aritza, donde llegó a trabajar durante los 80. El acto fue escueto, sereno y sincero. A él concurrieron familiares y amigos, gente de la cultura y un exiguo grupo de artistas, pero sin la presencia de tantos autores a los que apoyó. Tampoco participó ningún gestor ni responsable de la cultura. Algo habitual, por otra parte. El momento más emotivo se produjo con la lectura del poema A Gotzone, llena de luz, que Sabina de la Cruz le había dedicado en noviembre de 2012. Y es que, como dijo, “A veces seres luminosos / transitan por la vida”.

Nació en Basauri en 1923. Su padre, que murió en 1936, era concejal del PNV, y la madre, presidenta del ba-tzoki. Vio que todos los bienes familiares les fueron requisados. Fue una niña de la guerra que estuvo tres años en el exilio. Recogida por unos tíos en Mungia, estuvo en la cárcel acusada de propaganda nacionalista, como recuerda José María Laso, uno de los creadores con los que se reunía en la tertulia de La Concordia. Vivió en París y Nueva York. Para José Luis Merino es el prototipo de la vitalidad. En 2003, con motivo de su 80 cumpleaños, más de cien personas le dedicaron una cena en el Hotel Carlton. El sol para el que sabe congregar es un cuadro de Matta que cuadra con la personalidad de Gotzone.

La histórica Mikeldi nació al mundo de las exposiciones en 1965 y supo conjugar el ayer y el presente del arte vasco. Contando con la ayuda de la familia Solano, la primera sede estuvo en Ercilla 17 hasta 1968. Se inauguró con una muestra dedicada a Juan Aranoa, uno de los eslabones del exilio artístico, y se vendió todo. También se presentaron las obras conjuntas del Equipo Crónica. Después, en la sede de Fernández del Campo 18, Gotzone y sus socias las hermanas Maitane y Keltze Artetxe, tuvieron el mecenazgo de Aurelio Artetxe. El nuevo proyecto fue inaugurado con la pintura humana y social de Dionisio Blanco, en 1968. Allí continúan su labor de acercarse al arte de su tiempo, superando los prejuicios contra la innovación y la diferencia de la sociedad de la época. Trajo artistas como Roberto Matta Echaurren, Josep Guinovart, Rafael Canogar, José Duarte, de Equipo 57, o José Ortega, de Estampa Popular. También apostó por los creadores del movimiento de la escuela vasca como Ibarrola, Zumeta, Basterretxea, Mendiburu, Carrera, Javier Urquijo, Juan Mieg u Ortiz de Elgea. Pero sobre todo supo dar la oportunidad de mostrar por primera vez la obra de los más jóvenes: Morquillas, Díez Alaba, Mirantes, Ramos Uranga, Bonifacio Alfonso, Ramón Zuriarrain, Begoña del Valle, Begoña Intxaustegi, Blanca Oráa o Roberto Martín. La presentación de Andrés Nagel fue una de las últimas, antes de poner fin a su actividad con una experiencia de trabajos infantiles.

Mikeldi fue la primera galería vasca en acudir a una feria de arte, la de Artexpo-76 en Barcelona. Y en su entorno se transformó una pieza de Oteiza en una escultura de gran formato para colocarla en la Indiscriminada de Barakaldo, en 1971. Al cerrar el espacio en 1980, siguió trabajando en el mundo de la cultura. Ha dejado infinidad de páginas para la historia, muchos amigos y una casa llena de obras de arte. Cuando casi nadie se molesta en percibir y comprender el proceso y el sentido del arte, Gotzone Echevarría dirigió una galería que fue mucho más que un mero espacio para vender. Supo convertirla en un centro divulgativo, una casa de cultura, un lugar de encuentro entre creadores de distinto signo.