el presidente de los obispos españoles y yo tenemos en común algo más que el apellido: nos repugna la línea editorial y el sectarismo de los informativos y debates de 13TV, emisora oficial de la Conferencia Episcopal. Ricardo Blázquez, como dueño del tinglado y pastor mayor de la grey, está harto del tono agresivo y a menudo insultante (“el coletas”, le llaman despectivamente a Pablo Iglesias en una de sus tertulias) que se usa en los medios católicos y ha dicho ¡basta! Si es verdad que su cargo lleva implícito el poder de cambiar las cosas -como el Papa Francisco en el Vaticano- en otoño asistiremos a importantes novedades en los contenidos de la tele de los prelados. Ya lo intentó con la radio de los fachas, Cope, durante su primer mandato, entre 2005 y 2008; pero la alargada sombra de Rouco y la ingenuidad de Blázquez frustraron la democratización del discurso mediático de la Iglesia de España.

El problema del jefe de los prelados tiene nombres: El cascabel al gato, que conduce Antonio Jiménez. La Marimorena, dirigido por Carlos Cuesta; Más claro agua, a cargo de Isabel Durán; y el telediario de Alfonso Merlos. Por cierto, ateos declarados. Este plantel de programas constituyen lo más ultra de la tele y han contado con el aval de la Iglesia, lo que pone en cuestión el pluralismo político de los católicos, votantes del PP, pero también del PSOE, PNV, CiU, Izquierda Unida y EH Bildu. Blázquez sabe que la identificación entre fe y derecha, entre Iglesia e intolerancia ideológica, causa estragos en la comunicación evangélica y no es coherente con los aires renovadores que llegan de Roma. Así que no queda otra que domesticar a las fieras de la cadena amarilla o prescindir radicalmente de su virulencia. Perderá audiencia al principio, pero finalmente ganará en credibilidad y respeto.

No hay ninguna tele más anticristiana que 13TV, por grosera e intransigente. Blázquez ha entendido el espíritu de Bergoglio. Hace falta que entienda cómo debe ser una cadena católica en el siglo XXI, que dé ejemplo y no hostias.