la designación de Reuven Rivlin como nuevo presidente israelí es un espejeo fidelísimo de la contradicciones y problemas básicos que atormentan al actual Estado de Israel. Porque este abogado, nacido en 1939 en Jerusalén, padre de cuatro hijos y expresidente del Parlamento, es a la vez empecinado abogado de los derechos de los partidos árabes en el Knesset (Parlamento israelí) así como de los residentes árabes en el Estado de Israel, al tiempo que defiende de la forma más radical y violenta posible la hegemonía política hebrea y sus raíces tradicionales sobre todo el territorio de la "tierra santa".
Este político cree -o dice creer- que se puede defender en toda justicia los derechos de los palestinos que viven en el Estado de Israel al mismo tiempo que se les niega de forma tajante el derecho a un Estado propio o a una doble nacionalidad. Incluso cree ser un adalid de los derechos palestinos cuando excluye el desalojo de cualquiera de las urbanizaciones levantadas en territorio palestino por las autoridades israelíes para sus ciudadanos.
Rivlin actúa con la vehemencia y pasión de un auténtico profeta bíblico, haciéndose enemigos a diestro y siniestro. Políticamente, el hombre pertenece al ala más conservadora del Likud -algo así como a la derecha de la derecha-, pero es enemigo irreconciliable del superconservador jefe de Gobierno, Netanyahu, y de los creyentes progresistas. A estos últimos lo llamó en el transcurso de un debate parlamentario "adoradores de los ídolos", lo que no le ha impedido lo más mínimo proclamarse en otros debates partidario de crear una vía de convivencia entre el carácter judío del Estado de Israel y su sistema democrático de gobierno. Y lo hizo sin explicar cómo lo hará ni aludir en ninguna ocasión al Talmud o aquello tan mentado en las escuelas rabínicas de "?cortar un cabello en cuatro para analizarlo mejor?"
De todas formas, los muchos enemigos de Rivlin no son solo fruto de su caminar sobre el filo de la navaja política israelí; también tiene mucho que ver su carácter explosivo y su dialéctica violentísima que le enfrenta constantemente a gente de toda clase y condición.