EN la nueva Catedral ya está preparada una capilla en su honor. Es sencilla, pero transmite sensación de solemnidad. En ella destaca una amplia hornacina que permanece vacía a la espera de que el santo varón en cuya advocación se ha levantado repose definitivamente. Pero Javier Clemente se resiste a convertirse en pura leyenda mientras le aguante el cuerpo, y su cuerpo, ya se sabe, tiene mucho aguante. Me lo imagino ocupando la enorme jaima de Muamar el Gadafi, montada en un generoso oasis en medio del Sahara con la cohorte de amazonas dispuestas y en guardia, pues el pueblo libio le está tremendamente agradecido por la gesta que protagonizó al frente de su selección, conquistando el Campeonato de África de Naciones, un hecho sin precedentes logrado en un momento especial, cuando las heridas de la guerra civil aún sangraban. También me lo imagino jugando al golf en uno de esos paraísos donde los ingenieros que gestionan las enormes instalaciones petrolíferas libias viven como auténticos jeques.
Qué quieren que les diga. Fobias al margen, al comprobar la tozudez, las ganas, el espíritu de rebeldía contra el poder establecido, la contumacia del Atlético de Madrid me acordé de aquel Athletic de comienzos de los ochenta; las dos ligas, la Copa, el doblete; hazañas que se entojan irrepetibles y que por eso mismo, con el paso de los años, han crecido en suntuosidad.
Quién lo iba a decir, pero es cierto: los colchoneros están a cuatro encuentros de ganar la Liga. Y le sobra el quinto. Tan es así la evidencia que el propio Simeone ha tenido que claudicar y cambiar el discurso que repetía como un mantra: "Ya no es partido a partido; es final a final", reconoció ayer tras derrotar al Getafe en uno de esos choques de garra, furia y oficio, poco fútbol, pero fe, tremenda fe y determinación por alcanzar el paraíso. El Atlético ha seguido creciendo en intensidad y convicción conforme se acercaba a la meta, superando retos tan potentes como el de San Mamés, el Real Madrid o el Barça, cuyas figuras de oro palidecieron ante el fulgor que irradia la tropa del Cholo. Si el Atlético ha conseguido lo que ha conseguido a lo largo de las 33 jornadas disputadas, ¿quién será capaz de pararle ahora? Vencer al Elche, Valencia, Levante y Málaga se antoja empresas del todo factibles, y con esos puntos en el zurrón el Atlético se presentará en el Camp Nou, en el último partido, con derecho a pasillo y honor, pues ya para entonces habrán conseguido matemáticamente el título de campeón de Liga, y probablemente estén a una semana de disputar frente ¿al Bayern de Múnich, como en 1974? la final de la Champions en Lisboa.
Las gestas del Atlético de Madrid han removido los rescoldos en la memoria, y hasta aquellos años de esplendor también nos retrotrae otro personaje, Bernd Schuster, que ahora regresa en circunstancias muy distintas, al frente del Málaga, para afrontar un partido que Ernesto Valverde también ha dado categoría de final. En sus años de futbolista, Schuster jugó en San Mamés en ocho ocasiones formando parte del Barça, Real Madrid y Atlético, nada menos, y solo en una ocasión salió victorioso. En 1983 acuñó una frase de terrible intensidad y que irremediablemente forma parte de nuestro acervo futbolístico: "Viajar a Bilbao es peor que ir a Corea". Lo dijo en 1983, cuando el Barça de Maradona y Schuster, dos genios del balón, lideraban la fabulosa escuadra azulgrana que claudicó frente al Athletic de Javier Clemente, a quien Alá también quiere acogerle en su seno, como ahora se rinde frente al Atlético de Madrid.
No queda otra que ganar al Málaga para seguir alimentando el sueño de poder disputar la próxima Liga de Campeones sabido que el Sevilla también está en estado de gracia, ha sacado billete para las semifinales de la Europa League y clavado la puntilla al Betis, a quien irremediablemente manda al infierno de Segunda. Con la Semana Santa agitándose, me los imagino de costaleros tirando del Señor de las Tres Caídas, redimiendo penas los béticos, de guasa incontenible el sevillista. Y luego, de finos para atemperar tanto cansancio, dicha y aflicción.