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Los contrabandistas de la última palabra

Ninguna frontera tienta más al contrabando que la de la edad, dijo Robert Musil, un escritor austriaco que hoy viene a este comentario con todas las de la ley. No en vano, el asunto fronterizo que nos ocupa es un tema viejo, tanto que hay que bajar a tiempos de Felipe V o de 1520, días en los que Magallanes o Hernán Cortés dibujaban un nuevo mapa del mundo. Al parecer, fue entonces cuando se planteó una nueva cartografía en que el sur del barrio de Agüera pertenecía, según dicen los historiadores, a Bizkaia. Desde aquellos años anda el asunto entre tribunales, sin llegarse a esclarecer dónde enclavar Agüera, si en Guriezo o en Turtzioz. Visto el tiempo en que han hablado los tribunales, nunca más que en este caso cabe hoy decir aquello tan usado como un billete de 5 euros de que las cosas de palacio van despacio.

¿Será esta la última palabra...? ¡Quién sabe! Nadie sabe quién la tiene, por mucho que la ley diga hoy lo contrario que dijo ayer. Los vecinos están alterados por la cuestión. No en vano, han sugerido, con cordura, que se comience de cero para aclarar, de una vez por todas, su identidad. Piden que se cree una comisión, sin caer en la cuenta, tal vez, de que una comisión es la forma más eficaz de eternizar los conflictos. Entre reuniones, bocetos y anteproyectos, ya me imagino a los inquilinos del siglo XXII pugnando por las lindes. ¡Qué pereza!

Ya les dije al comienzo que el viejo Robert encajaba en este artículo como un guante. No en vano, su novela El hombre sin atributos está considera como la primera en que transcurre eso tan frecuente en las novelas de hoy en días: la acción paralela, varias historias que se entrecruzan. Igualito, igualito a lo que sucede en este caso.

Mientras se resuelve el asunto, que lleva camino de eternizarse, los vecinos de Agüera viven con la incertidumbre pero sin estresarse, supongo. Uno imagina que será la conversación común en las tabernas y poco más. Lo que les importará, entiendo, es que, el uno por el otro, no quede la casa sin barrer. ¿Lo demás...? Batallitas del tatarabuelo.