No se puede negar que el alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre, estuvo hábil al asignar nuevo destino a la Casa de la Paz de Aiete. Su antecesor, Odón Elorza, había destinado en 2010 las insignes instalaciones del palacio a la Paz y los Derechos Humanos siempre relacionadas con proyectos culturales con la mirada puesta en la designación de Capitalidad Cultural Europea de 2016. El alcalde de Bildu, con evidente conocimiento de lo que se estaba gestando en el interior del MLNV, decidió poner la Casa de la Paz a disposición de las gestiones frenéticas que desde años atrás estaban llevando a cabo diversas formaciones políticas vascas, Lokarri e importantes agentes internacionales para lograr el cese de la actividad de ETA. Que Brian Currin y el resto de agentes contasen con la infraestructura suficiente, era clave para la organización de aquella pista de aterrizaje que para el fin de la lucha armada fue la Conferencia Internacional de Paz del 11 de octubre de 2011 .
Dos años después, los días 10 y 11 de octubre próximos, ese mismo escenario acogerá una nueva conferencia internacional bajo el lema Construyendo la Paz desde el Ámbito Local, anunciada por el alcalde donostiarra Juan Karlos Izagirre a primeros de agosto en el ámbito del Centro de Conferencias Internacionales de Hiroshima donde se celebraba el Congreso General de Alcaldes por la Paz. Como puede comprobarse, no le faltó solemnidad a la convocatoria.
En principio, como suele ocurrir habitualmente, el resto de partidos con representación en el Ayuntamiento de Donostia manifestaron su desacuerdo con la convocatoria. Con más o menos virulencia, reprobaron que el alcalde hubiera tomado esa decisión sin ninguna consulta previa, ningún cambio de impresiones, ninguna complicidad. Luego vinieron por un lado los matices, por el otro las intransigencias y la toma de posiciones ante el evento.
La Conferencia, según describe el propio Izagirre, va dirigida a alcaldes y organismos locales de todo el mundo que hayan o estén realizando aportaciones a la resolución de conflictos políticos y está convencido de que "supondrá una gran aportación al proceso de paz que se está viviendo en Euskal Herria". Hasta aquí la pública declaración de intenciones del alcalde de Bildu, intenciones que sería difícil menospreciar desde el punto de vista puramente democrático.
Lo que ocurre es que, a estas alturas, los dirigentes políticos se tientan mucho la ropa antes de comprometerse a viajar juntos con los adversarios, menos aún cuando esos adversarios son considerados mala compañía. Si se observan las diferentes actitudes se comprobará el grado de compromiso que cada formación política está dispuesta a asumir.
Por parte del PNV, que asistirá a la Conferencia, lo que se exige es "seriedad". Reconoce que cualquier aportación que se haga al proceso de paz basada en experiencias ya testadas será positiva. Pero reclama a Bildu que renuncie a toda manipulación y aprovechamiento de la Conferencia, en clara alusión al beneficio político que pretendió lograr de la celebrada el 11 de octubre de 2011, de cuyas conclusiones se apropiaron como "hoja de ruta" exclusiva para su desarrollo político. En esa misma línea se expresa el Gobierno vasco, que enviaría a Aiete a Jonan Fernández en su representación.
El PSE, que de inicio calificó de "propaganda" la Conferencia y manifestó su rechazo a la asistencia, abrió una posibilidad en boca de su bienintencionado concejal en Donostia Denis Itxaso, pero inmediatamente la cerró el caporal José Antonio Pastor quien ratificó la ausencia de su partido insistiendo en el carácter puramente mediático del acto organizado por Izagirre. Quedan así los socialistas en el mismo terreno que el PP, aunque casi dudando en un asunto de trascendencia por si el evento de Aiete pudiera coincidir con algún movimiento de importancia.
El PP, como marca el Gobierno de Rajoy, ni siquiera le concede a la Conferencia el beneficio de la oportunidad y arremete contra el alcalde "que aún no ha condenado a ETA", a quien niega cualquier autoridad para semejante convocatoria. De forma incongruente, y chapoteando en el manido argumento de la afrenta a las víctimas, el obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, ha entrado en la refriega como cuerpo de caballería de la derecha extrema con la que ejerce su presunta labor pastoral. La Conferencia de Paz, dice, no vale para nada si no tiene en cuenta a las víctimas. Confundiendo el culo con las témporas, el obispo Munilla se reafirma en sus posiciones ultras.
Aun constatando los recelos generalizados que ha provocado la convocatoria, hay que reconocer que si no se pretende capitalizar de forma partidista siempre será interesante conocer qué pueden aportar alcaldes y dirigentes de otros países a nuestro proceso de paz y convivencia.
Queda en el aire la incógnita de que la Conferencia se vaya a celebrar en octubre, después de los "movimientos" que vaya a hacer ETA según insistentes declaraciones de dirigentes de la izquierda abertzale. Claro, que también esto está por ver.