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Cura de reposo

La economía de Orduña -de su Ayuntamiento, para ser exacto...- necesita una cura de reposo, tras tanto ajetreo, tanta suma y tanta resta para llegar a la conclusión de que se encuentra al borde de la bancarrota. Ahora le piden desde la Diputación Foral que dé un paso al frente, no para precipitarse al vacío sino para esquivar la guillotina que pende sobre el cuello de sus arcas. Le han pedido que venda el balneario, santo y seña de la ciudad de Bizkaia.

La escena recuerda a la decadencia de los nobles venidos a menos que se ven obligados a deshacerse del mobiliario. Si la casa de Alba, que hoy gobierna esa mujer de la que no puede decirse que se pone la vida por montera porque no le cabe, ha decidido subastar uno de los baños del palacio de Liria, cualquier cosa puede ponerse en venta.

La teoría está bañada de lógica: pesa más la superviviencia de los ciudadanos que del patrimonio. ¡Cuánto han cambiado las cosas! A mediados del pasado siglo se popularizó un timo singular: la venta de lugares públicos como la Puerta del Sol o la mismísima Torre Eiffel (el vivales Victor Lustig se hizo pasar por el segundo director general del Ministerio de Información y Telégrafos para informar a empresarios selectos sobre el plan secreto de demolición de la Torre Eiffel. Convocó una reunión con cinco grandes empresarios, indicándoles de la intención del gobierno de demoler la torre y que quien diera la mejor oferta podría quedarse con ella y negociar con la chatarra). Hoy la noticia no es una estafa sino una realidad de peso. Orduña deberá vender su balneario.

Quien paga descansa, dice la voz de la calle. Y al Ayuntamiento vizcaino le faltan horas de sueño, con tas preocupaciones. Es verdad que ni con todo el dinero del mundo se puede comprar una hora de sueño tranquilo, que es una bendición. Pero ahuyentar los fantasmas de las deudas no tiene precio. ¿En manos de quién caerá el edificio? Es ahí donde han de tener cuidado, donde les pueden dar gato por liebre.