En los días sucesivos a la filtración de la famosa grabación realizada en la vestuario no encontraron a nadie colgado, metafóricamente hablando, naturalmente, del enorme mástil colocado en Lezama por haber traicionado el sacrosanto código del vestuario. Ni arrojaron a ningún futbolista en las procelosas aguas del Cantábrico con una enorme piedra anudada al cuello, pues después de realizar un pormenorizado recuento de los muchachos no faltaba nadie.
En consecuencia, al avispado (o avispados) jugador que tuvo la osadía de registrar y posteriormente hacer pública la charla que Marcelo Bielsa dedicó a sus futbolistas a modo de despedida de la pasada campaña no le ha pasado nada, el muy cachondo, y convive (o conviven) tan ricamente entre la tropa rojiblanca jactándose de su ocurrencia, que contribuyó a distorsionar un poco más la ya disparatada trayectoria que lleva el Athletic desde que arrancó la pretemporada.
Pero, ¡ay!, los chicos se han puesto de morritos y muy dignos con el asunto, recurrieron a la omertà y optaron por retirar la palabra a este periódico, es decir, matar al mensajero a modo de venganza y escarmiento, no en vano la afición pudo enterarse mediante aquel desvelo de que son "millonarios prematuros", como si eso fuera un asombroso descubrimiento del cual avergonzarse, en vez de presumir de lo virtuosos que son en las artes el balón y por eso han ganado lo que tienen.
Al margen de esa frase, verdad como puño y sujeta, eso sí, a usarla a modo de escarnio, no hubo mayores hallazgos, porque la reflexión de Bielsa resultó cabal y consecuente con los emocionantes y finalmente decepcionantes acontecimientos ocurridos en el pasado curso.
Resulta muy cómodo esconderse entre la masa, claudicar ante ese líder que sin dar la cara plantea el boicot a DEIA obviando lo más obvio, que al reaccionar así contra un medio de comunicación, y no somos el único, se ataca al socio; al aficionado del Athletic que está detrás y es el destinatario de todo lo que sucede en un equipo de fútbol tan venerado y, ¡ojo!, tomen nota, quien les paga con harta generosidad.
También habría que recordarles lo que es la libertad de expresión, pero mejor lo buscan en los diccionarios. Les informamos además de que son personajes notorios, y por eso mismo están expuestos a lucir grandezas y miserias ante el espejo público, y si no quieren pasar por ese trance, mejor se dedican a otra cosa, renunciando, vaya por Dios, a la condición de "millonarios prematuros" y el flamante automóvil para mejor pavonearse ante las niñas que acuden a su vera con las bragas en la mano.
He preferido esperar a una victoria tan sugerente como la de ayer para soltar la panfletada y poder decir: muchachos al menos comenzáis a balbucear sobre el campo de juego, que es de lo que se trata, doblegando en buena justa al Sevilla y encendiendo una luz de esperanza que rasgue las tinieblas.
El Sevilla se ha convertido en una especie de antídoto contra los males rojiblancos, y me estoy acordando de la famosa frase ("del león nos vamos a comer desde la melena a la cola") de su presidente, José María del Nido, en vísperas de aquel memorable partido de Copa; o del encuentro liguero de la pasada temporada en el Sánchez Pizjuán, compendio del todas las enseñanzas de Bielsa y resuelto con enorme brillantez.
En cierto modo ha vuelto a pasar. Porque cuando Ander Herrera fue de nuevo expulsado y poco después el árbitro pitaba penalti por otro manotazo, en esta ocasión de Iraola en el área rojiblanca, y Álvaro Negredo puso el 2-1 en el marcador con un cuarto de hora por delante me temí lo peor. Lógicamente recordé del partido de Valencia, y visualicé el desmoronamiento de la tropa, de frágil moral y escasa fe, preludiando una derrota de las que dejan huella, pues el olor a decepción aún impregnaba San Mamés tras el paso del Olympique de Lyon.
Reaccioné contra la expulsión de Herrera con un irrefrenable ¡otra vez, será... el tío! pero luego la cara de penica que puso pudo conmigo. Me situé en su lugar, regurgitando un ¡tierra, trágame! entre el desconsuelo por haber fallado en otro momento clave. Entonces caí en la cuenta de lo más evidente: que su ausencia puede ser traumática precisamente porque su presencia es fundamental para el equipo.
Pero sin Herrera, el Athletic reaccionó con rigor, furia y prestancia; Iraizoz se convirtió en un valladar y entre todos agarraron una victoria de cuajo, esencial para atemperar la rampante crisis rojiblanca.