la sociedad occidental sigue atrapada en la tela de araña de la incertidumbre tejida desde una crisis que, lejos de encontrar una salida, ha entrado en una fase caótica, en un pozo sin fondo donde se entremezclan mensajes apocalípticos sobre problemas económicos que padecen algunos países con promesas electorales o donde se contradicen hipotéticas soluciones con peligrosas realidades. Todo ello termina interactuando sobre las personas provocando emociones que conducen al temor a perder su empleo quien lo tiene, a la vergüenza humillante de perder su vivienda o a una prudencia extrema a la hora del consumo.

Vivimos momentos preocupantes. Buena parte de la sociedad europea se ha empobrecido, otros se han arruinado y casi todos hemos perdido poder adquisitivo. Pero la situación aún puede empeorar y así lo anuncian por activa y por pasiva desde esas torres de marfil en la que están instalados los llamados "gurús de la economía" que reclamaban ayer una profunda reforma estructural y hoy se asustan porque las restricciones de esa reforma impiden la recuperación y el crecimiento. Piden una cosa y la contraria. Se mueven en el peligroso vaivén provocado por la resaca marina que, tras romper las olas restrictivas contra el acantilado de la sociedad trabajadora, se lleva hacia el fondo todo lo que encuentra a su paso.

Bien es cierto que todo esto no es nuevo. Se repite semana tras semana. Rebobinemos la moviola tan solo unas semanas, hasta el 20 de noviembre, cuando el PP alcanzó la mayoría absoluta y Mariano Rajoy pudo instalarse en La Moncloa. Después llegó la reforma laboral y los presupuestos para este año (los más austeros y restrictivos de la democracia). Cada uno de estos momentos fue definido como "fundamental" para la salida de la crisis. Sin embargo, la economía española ha sufrido un auténtico calvario en esta Semana Santa y vuelve a estar en el punto de mira de una posible intervención de las instituciones europeas.

SIN CREDIBILIDAD

Para ser más concretos, esta semana la prima de riesgo española vuelve a estar por encima de los 400 puntos básicos, la bolsa está cerca de los mínimos registrados en 2009, siendo la más negativa de toda Europa en 2012 (incluyendo Grecia), mientras la alemana registra importantes subidas, además, la última subasta de deuda pública tan solo ha conseguido colocar el mínimo de lo previsto. Por tanto, las medidas tomadas (reforma laboral y presupuestos) se han limitado a ejercer un breve efecto placebo después de haber sido presentadas como "justas y necesarias".

Ergo?, ¿qué ocurre con la economía española? ¿Qué razón tienen los mercados para mantener el castigo? Tan sencillo como preocupante. Tan cruel como real. No hay credibilidad en la economía española que, a día de hoy, carece de argumentos que permitan su recuperación. Los presupuestos han traído más pesimismo porque, entre otras cosas, reducen sustancialmente la inversión en I+D+i o en sectores productivos, lo que resta competitividad de sus productos puestos en el mercado internacional, pero los posibles beneficios financieros derivados de su austeridad apenas servirán para cubrir las necesidades de los intereses de la deuda pública, siempre y cuando se cumplan las previsiones de ingresos, porque si se produce una desviación a la baja, como algunos temen, será imposible alcanzar los objetivos en relación al déficit público.

Pero quizás el problema más grave esté en la demanda interna, claramente hipertrofiada por ese sentimiento de temor al que antes hacíamos referencia o por la falta de dinero en muchas familias que han perdido sus fuentes de ingresos (puestos de trabajo) y viven en el umbral de la pobreza, cuando no en la miseria. Esta situación, por mucho que algunos pretendan mandar mensajes de optimismo, junto a otros que demandan austeridad y recortes en educación o sanidad, entre otros, han provocado una profunda anorexia en la sociedad española. Es decir, una falta de apetito o inapetencia económica, caracterizada por una pérdida auto inducida del deseo de consumir.

El escenario no puede ser más negro. Se habla de un cambio de modelo económico, pero los sectores productivos están obsoletos y carecen de inversiones, al tiempo que los presupuestos, presentados con varios meses de retraso por motivos electorales, no garantizan un mínimo crecimiento. Sin inversión no habrá forma de crear empleo y mucho menos de incentivar un consumo que ponga fin a la anorexia económica y a los movimientos especulativos que arrojan más temor e intensifican la inapetencia.

En este sentido, convendría que el Ejecutivo vasco interiorizara los problemas presupuestarios que pueden derivarse de su obsesión para llegar al fin de la legislatura. Después de todo, la economía vasca, aunque se encuentre en mejores condiciones que la española, está empezando a perder terreno en el escenario europeo. Necesita unos presupuestos con garantías inversoras y vocación de futuro. Unas necesidades que no se cubrirán con unas cuentas públicas de claro talante electoralista y menos con el actual Gobierno, sin recursos financieros y sin ideas para conseguirlos.