Cajas: riesgo de injerencia política
El principio de acuerdo alcanzado la pasada semana para proceder a una fusión fría de las cajas vascas es una buena noticia en la medida que corresponde a la decisión de los presidentes de las tres entidades protagonistas. Responde, por tanto, a criterios financieros que buscan fortaleza en el contexto de un mercado más agresivo y competitivo y que, por otra parte, no están sujetos a urgencias de protección, como es el caso de otras fusiones similares. Es este un punto interesante porque, dada la solvencia de las tres cajas, no requiere la ayuda del capital público del FROB, al tiempo que puede evitar la entrada de capital privado con los riesgos que ello conlleva.
Tiene razón Mario Fernández (presidente de BBK) cuando dice que hay que "mirar al futuro y no al pasado". Empero, habrá que significar que la operación llega descafeinada respecto a la fórmula que se propuso hace seis años. Es imposible valorar lo que supone este retraso, pero al menos debe servir para reflexionar sobre las razones que obstaculizaron la fusión, su pervivencia en la actualidad y la forma de superarlas, no vaya a ser que, en este nuevo "volver a empezar" surjan esos odiosos planteamientos políticos que hablan de "sensibilidades territoriales" para terminar con el proyecto en el cajón de las fantasías.
De momento, solo se ha iniciado el camino. Aunque todo indica que se quiere recorrer en poco de tiempo para llegar a las elecciones municipales, lo que significa hacer en menos de dos meses lo que se ha venido demorando seis años. Eso significa tener que conciliar muchos intereses en poco tiempo o, lo que es lo mismo, tener voluntad real de llegar a un acuerdo y quedar al margen de posibles injerencias políticas.
Hay aspectos positivos, como la solvencia de las tres cajas, que se unen para ser más fuertes y que no necesitan ayudas públicas. Pero también hay obstáculos, como el peso económico de cada entidad y su representatividad en la nueva entidad. En este sentido, parece que la BBK ha dado el primer paso de generosidad y parece dispuesta a ceder una parte del porcentaje que le correspondería en el nuevo banco en función de sus activos (a día de hoy, BBK podría el 62%; Kutxa, un 27%, y Vital, un 11%). Es esta una realidad objetiva. Indudablemente la supremacía de la BBK es exagerada y, según apuntan algunas fuentes, se puede reducir dejando fuera de la nueva entidad las participaciones empresariales de cada caja. Pese a todo, parece claro que el control de la nueva entidad estará en manos vizcaínas, lo cual no debería ser razón para que alaveses y guipuzcoanos se sientan agraviados, porque los conceptos de generosidad y confianza mutua deben ser recíprocos.
Es en este punto donde tengo mis mayores dudas y temores. No se trata de cuestionar la actitud de los dirigentes de la Vital y la Kutxa, ni de los alaveses y guipuzcoanos. El problema surge en el uso, abuso y manipulación que hacen algunos políticos en materias sensibles como son la territorialidad y su peso específico en el conjunto del País vasco. Lo hemos visto en años pasados y creo que lo seguiremos viendo en un futuro inmediato. Llegar al 22 de mayo con los deberes hechos y la fusión fría realizada requiere un extraordinario trabajo para los profesionales de las tres cajas. Lo malo es que estamos en periodo pre-electoral y las escopetas las carga el diablo.
Aunque les resulte difícil, los políticos deben quedar al margen. Su obligación no es gestionar las cajas, sino facilitar la labor de quienes están preparados para ello. Bastante corto es el camino (dos meses) para una negociación compleja, como para poner palos en las ruedas. Comprendo que haya políticos con tan escasa aportación a la gobernanza de este país que deseen buscar réditos electorales del esfuerzo de otros, como quien después de negarse a la fusión caliente dice que la fusión fría "es un primer paso para una fusión total entre las tres cajas vascas, que se hará en el futuro".
Quien esto dice, también debiera aclarar por qué ha habido que esperar seis años para llegar a este principio de acuerdo y por qué no se puede hacer ahora lo que se va a realizar en el futuro. Esta actitud pasiva frente a las ideas de otros, cuando no obstructora, me recuerda lo que dijo el pintor impresionista francés Edouard Manet (1832-1883): "Si sale, sale. Si no sale, hay que volver a empezar. Todo lo demás es fantasía".