A la vista de la nómina del ministerio búlgaro de Asuntos Exteriores, uno puede pensar que este pequeño país balcánico (8 millones de habitantes) de brillante pasado no ha entrado aún en el presente político: 462 altos funcionarios -entre los que figuran embajadores, cónsules generales y plenipotenciarios ante organismos internacionales- son investigados actualmente por su pasado comunista; por haber formado parte o haber colaborado íntimamente con la Policía secreta de la dictadura estalinista del país.

Si se recuerda lo sanguinaria y arbitraria que fue dicha institución búlgara durante toda la era comunista, la acusación de haber pertenecido o haber colaborado estrechamente con la Policía secreta no es cuestión baladí, sino que puede significar el final abrupto de más de una carrera en el servicio público.

Esta campaña depuradora de la diplomacia sería admirable si no fuera porque, en vez de haber sido iniciada por razones éticas, no es más que otro episodio de la empecinada lucha por la supremacía política que llevan el presidente de la República, Georgi Parvanov, y el jefe del Gobierno, Borisov.

Evidentemente, ninguno de los dos puede presumir de un currículo político intachable, pero Parvanov (en el cargo desde 2001) tiene en su contra el estar maniobrando en los límites -muy discutibles y discutidos- de las competencias de su cargo. Sobre todo, el nombramiento para un sinfín de cargos diplomáticos de gente cuya pertenencia al servicio secreto o cooperación con el mismo es notoria.

Con la colocación de decenas y decenas de comunistas de la antigua línea estalinista en los altos cargos de Exteriores, Parvanov ha formando un poder personal dentro del aparato del Estado que mina los poderes reales del jefe del Gobierno.

Y como el propio Parvanov tiene un historial "impecable" para un comunista de la vieja escuela -así, por ejemplo, uno de los cargos que ocupó durante la hegemonía soviética fue el de redactor del Instituto de Historia del Partido Comunista Búlgaro-, en los archivos de la Policía secreta existe un legajo denominado "Goce" que recoge las andanzas del camarada Parvanov, la actual campaña depuradora le pone en tela de juicio… para mayor gozo del jefe del Gobierno, Borisov.

De todas formas, pese a la casi evidencia de que gran número de diplomáticos búlgaros actuales corresponde a antiguos agentes del servicio secreto comunista, la pugna entre Borisov y Parvanov no está decidida en absoluto; los aliados y amigos del presidente son muchos y muy poderosos en tanto que no faltan los fracasos gubernamentales

Además, por si el actual Parlamento le resultase hostil al final, Parvanov ya ha preparado un nuevo asalto al poder tras su salida de la presidencia: se presentará en las próximas legislativas al frente de un partido -de su partido-, que se llama nada menos que Ciudadanos para un desarrollo europeo de Bulgaria, para tratar de hacerse con el poder político.