comienza un nuevo año y, como es tradicional, llega cargado de retos, esperanzas y promesas personales, que apenas tienen espacio en un escenario real hipotecado por grandes dificultades y mayores incertidumbres. A lo largo de 2010 se ha vivido en un sobresalto permanente tanto en los mercados financieros, como en el empresarial y laboral. Ha sido un ejercicio duro y problemático para el euro, que se ha visto contra las cuerdas por las turbulencias financieras derivadas de la deuda soberana de algunos países de la eurozona.
Las mismas turbulencias que ese optimista antropológico llamado Zapatero ha llegado a valorar a lo largo de 2010 como "artificiales" en unas ocasiones o "concluidas" en otras. Sin embargo, ahora no sólo reconoce su existencia sino que alerta sobre el riesgo de nuevas sacudidas en 2011, agregando que la economía española necesitará otros cinco años para enderezar su situación. Una postura que suena a justificación para emprender las reformas anunciadas que, en su opinión, tendrán un reflejo positivo en la financiación de las empresas, el consumo, el crecimiento económico y el empleo.
Pero la sociedad no vive de promesas y el balance 2010 deja un panorama desolador que se concreta en cuatro millones de parados porque la reforma laboral no ha tenido los efectos positivos que se anunciaban. Por su parte, el mercado hipotecario ha registrado un sensible aumento de la morosidad que conlleva el peligro de perder la vivienda. En cuanto al mercado bursátil, las empresas españolas cotizadas han perdido un 17,4 por ciento de su valor, mientras las alemanas se han revalorizado en un porcentaje similar. Por último, y no por ello menos grave, la ciudadanía y los agentes económicos tienen la sensación de que el Gobierno español agoniza tras haber perdido toda la credibilidad en el escenario internacional.
Por tanto, estamos ante el inicio de un año, primero de ese difícil y problemático lustro pronosticado por Zapatero, que no deja mucho espacio para la esperanza. Algunos se conformarían con encontrar un empleo, pero saben que será casi imposible alcanzar el objetivo si tienen más de 45 años. Otros, no pocos, lucharán hasta la extenuación para evitar el impago de su hipoteca que puede desembocar en una ejecución judicial que les deje sin techo ni cobijo. Algunas empresas han sobrevivido hasta ahora, pero las condiciones para acceder a un crédito son tan duras que quizás tengan que bajar la persiana este año, pese a tener un esperanzador hueco en el mercado.
Lo hemos venido diciendo a lo largo de los últimos meses y, a riesgo de resultar demasiado reiterativos, no nos cansaremos de decir que la grave crisis económica originada en las hipotecas basura ha dejado al descubierto el fracaso de un modelo económico gestionado por la globalización neoliberal. A finales de 2007 e inicios de 2008 se afirmaba que no se podía consentir que se privatizaran los beneficios y se socializaran las pérdidas. Sarkozy llegó a decir que "hay que refundar el capitalismo sobre bases éticas", pero hoy seguimos igual y los líderes políticos y económicos han olvidado sus promesas de reformas del modelo para volver a caer en brazos de quienes han ocasionado la crisis.
La solución pasa por cambiar el modelo e impedir que la avaricia y la acumulación de riqueza por parte de unos pocos provoquen un caos y unas pérdidas que tienen pagar el resto de la sociedad. Se trata de contar con un Gobierno valiente que no esté pensando en las próximas elecciones y que su gestión de la crisis se centre en reducir el coste del despido, aumentar la edad de jubilación o subir las tarifas eléctricas.
Pero quizás este deseo sea más una vana esperanza, una utopía.