LOS recientes atentados terroristas en el sudeste del Irán -en el Beluchistán- parecieron en un primer momento síntomas del nacimiento de una oposición real al régimen de Ahmedinayed, pero en realidad hay que encuadrarlos en la inacabable disputa islámica de chiíes y suníes.
Y no es que Ahmedinayed y sus Guardianes de la Revolución carezcan de una oposición creciente en el país -desde el sector aperturista de los ayatolás hasta la burguesía joven que no soporta ni el dirigismo social de los guardianes ni el constante empeoramiento del nivel de vida registrado bajo el mandato de Ahmedinayed-, pero en el caso del Beluchistán el enfrentamiento es por motivos étnico-religiosos. Los beluches son suníes (la rama más liberal de las cuatro grandes corrientes ortodoxas suníes, la hanafita) en el único Estado chií del Oriente Medio; étnicamente están emparentados con los kurdos y no con las mayorías raciales de la República.
No hace falta decir que la causa próxima del nuevo estallido del terrorismo en el Beluchistán es económica : el nivel de vida en esta provincia limítrofe con Pakistán y Afganistán es más bajo que en el resto del país, cosa que los beluches atribuyen a una discriminación sistemática de la provincia por parte del Gobierno chií de Teherán.
Quizá esta discriminación sistemática no exista, pero lo cierto es que a lo largo de los casi mil años que los beluches llevan en Irán, la convivencia de estos con los persas ha sido dura, lindante en la hostilidad. En buena parte, por la cuestión religiosa y en mayor parte, por la diferencia de mentalidad. Sin olvidar que la estructura económica de Beluchistán es endeble; el territorio vive hoy en día mayormente del pastoreo y del contrabando -drogas incluidas- con el vecino Pakistán, donde viven unos 5.000.000 de beluches, y Afganistán, país en el que residen cerca de 100.000.
En el Beluchistán iraní vive alrededor de un millón de personas que a lo largo de la Historia ha estado en pie de guerra con todo el mundo : persas, británicos y, tras su fundación, incluso con Pakistán que optó por crear su provincia beluche (el Beluchistán pakistaní) en vez de permitir que resurgiera el Estado independiente del Beluchistán del siglo XVII
Hoy en día, Islamabad y Teherán cooperan en la represión del autonomismo beluche. Los resultados han sido mediocres hasta ahora. En ninguno de los dos países existe un peligro agudo de sublevación beluche, pero en el cinturón formado por Afganistán y los Beluchistán iraní y pakistaní siempre surgen disturbios y toda la zona es considerada insegura para el tráfico de mercancías y el tránsito de personas.