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Zapatero, credibilidad y Maquiavelo

Zapatero negaba en 2008 la crisis española que se ha llevado el 42 por ciento del empleo destruido en Europa y los datos económicos han retrocedido a parámetros de 1997.

Los intereses de la deuda pública se llevarán casi 40.000 millones de euros en 2011, mientras bancos y cajas afrontan vencimientos por valor de 150.000 millones entre este año y el siguiente.

es una falacia. Puro catastrofismo", manifestaba Zapatero en enero de 2008, mientras el Financial Times auguraba que "podría tener que lamentar sus arrogantes comentarios". Esta pasada semana el presidente del Gobierno descartaba "absolutamente" que España necesite un plan de rescate como el que se aplicará en Irlanda, y destacó que la deuda española se sitúa 20 puntos por debajo de la media europea antes, durante y después de la crisis. En tono firme y enfadado, también sugirió "una increpación pública de todo el mundo para que el PP diga en qué basa sus sospechas", horas antes de reunirse con algunos de los empresarios que ponen en duda su capacidad para sacarnos de la crisis al tiempo que negaba toda credibilidad a los políticos que tienen esas mismas dudas.

No podemos saber hasta qué punto ha lamentado su comentario de 2008, pero la realidad muestra que casi tres años después, la "falacia catastrofista" se ha llevado el 42 por ciento del empleo destruido en la UE desde esa fecha y el valor-país de la economía española ha retrocedido a parámetros de 1997, según datos del FMI recogidos en el contundente documento de 120 páginas entregado al Jefe del Estado a mediados de este mes por la Fundación Everis y firmado por un centenar de conocidos empresarios, algunos de los cuales compartieron este sábado mesa y fotografía con el presidente del Gobierno, quien sigue empeñado en ver enemigos de España y antipatriotas en todo aquel que pone en duda su diagnóstico sobre la economía española.

En su particular cruzada por ganar confianza en los mercados financieros, da la impresión de que Zapatero pretende hacer bueno lo que Maquiavelo decía hace unos cuantos siglos: "En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven". Algo así como contraponer en la balanza de su propia credibilidad la apariencia de sus palabras sobre el sentido común de la sociedad.

Esperemos que no se equivoque en esta ocasión, porque, efectivamente, España no es Irlanda, como también es cierto que la deuda pública española (62,8%) es inferior en casi 20 puntos a la media europea (79,6%). Pero, no nos engañemos, el rescate irlandés sería como un juego de niños comparado con una operación similar en las finanzas españolas. Tanto es así que la deuda pública de Irlanda, aunque sea el 99 por ciento de su PIB, es casi tres veces menor que la española, cuya cuantía asciende a casi 700.000 millones de euros.

¿Se imaginan ustedes un rescate de estas dimensiones?

Veamos un ejemplo claro e incuestionable como son los Presupuestos de 2011 donde se destinan 27.400 millones de euros para el pago de intereses que crecerá un 18% respecto a 2010. Ahora bien, en ese cálculo no estaba incluida la subida de los últimos días de la prima de riesgo que disparará más ese coste (algunos estiman que unos 10.000 millones) y destrozaría la pretendida y deseada reducción del déficit público. Sin olvidar la deuda privada de las empresas españolas, especialmente bancos, cajas y constructoras. Según estimaciones de Analistas Financieros Internacionales (AFI) "los bancos y cajas españoles afrontan vencimientos de deuda a largo plazo por importe de 150.000 millones de euros en este año y el próximo".

Siguiendo la línea maquiavélica, Zapatero parece conformarse con las apariencias y esta semana ya tiene la fotografía junto a los representantes de la aristocracia financiera, aunque muchos de ellos hayan firmado el citado documento de Everis, cuyo contenido pone los pelos de punta. Entre otras cosas, señala que "entre el 2007 y el 2009, en apenas dos años, el valor-país de España se desploma retrocediendo hasta prácticamente el valor de 1997". Agrega aspectos relacionados con la corrupción en el que "España se sitúa por detrás de todos los líderes (todos los países considerados a excepción de Grecia, Italia y Portugal) en los indicadores de control de corrupción. A modo de ejemplo, en el periodo 2007-2009, los casos de corrupción urbanística se han incrementado en España en casi un 400%, con un aumento del 68% en el número de imputados y un aumento de más del 500% en el número de cargos públicos implicados (Fuente: Greenpeace)".

Sin embargo, Zapatero, mostraba cierto optimismo tras la reunión del sábado que calificó de "extraordinariamente útil" porque "ha servido para generar confianza y reforzar el compromiso de Gobierno y empresarios con la estabilidad económica". La duda está en si podemos depositar nuestra confianza en unos "empresarios" que no son tales por mucho que se empeñe el Gobierno es calificarles así, ni representantes de "oenegés", sino presidentes de consejo de administración o gestores de compañías que tienen como objetivo poner en valor su compañía y rendir cuentas ante la junta de accionistas de la misma, cuyo principal interés reside en la revalorización y plusvalía de sus participaciones que han sufrido un fuerte recorte en el presente ejercicio.

Sin olvidar los intereses contrapuestos que existen entre las empresas o sus gestores. Por poner un ejemplo, ¿alguien cree que Ignacio Sánchez Galán (presidente de Iberdrola) y Florentino Pérez (presidente de ACS) van a ser capaces de ponerse de acuerdo para ayudar a la economía española cuando ambos están inmersos en un pleito por el control de la eléctrica vasca?

De modo que, mucho me temo, la reunión del sábado viene a ser un capítulo más en esa apariencia que se quiere dar para ganar confianza y no tanto en buscar soluciones a problemas como es la distribución del PIB español que, según datos de Eurostat recogidos en el documento Everis, "casi la mitad se concentra en cinco sectores (agroalimentación, transporte, construcción, hostelería-turismo y distribución que suponen el 47,94% del PIB y el 51,42% del empleo). Son sectores de sofisticación baja, poca propensión a producir bienes y servicios de mayor valor agregado, y alta vulnerabilidad a ciclos y crisis". Estos datos no pasan desapercibidos para los inversores que tampoco pretenden favorecer una economía determinada si ésta no ofrece una buena rentabilidad a sus inversiones.

Como verán, la situación es mucho más complicada y grave de lo que se pretende aparentar. El problema de la economía española no está en un grupo de "antipatriotas" que pretenden desestabilizar al Gobierno (aunque algunos sí lo deseen) ni en segundas, retorcidas y premeditadas intenciones de los especuladores. El mercado financiero es intrínsecamente especulador. El dinero no tiene patria y los operadores no son unos románticos caballeros que ponen su capital al servicio altruista de la solidaridad. Buscan el máximo beneficio en el menor tiempo posible. Como muestra, ahí están los "hedge funds" o fondos de cobertura, también denominados "instrumento de inversión alternativa" que tantos dolores de cabeza han dado con posiciones bajistas y cortoplacistas que han desestabilizado el mercado financiero en los últimos tres años.

Podía seguir señalando más datos sobre la reordenación de las Cajas de Ahorro, la Formación Profesional, la inversión en I+D+i o la sociedad del conocimiento, pero el espacio es finito y mejor será dejar una frase del citado documento donde se dice: "Si España estuviera en el puesto 148 mundial de fútbol sería un escándalo nacional y la gente se manifestaría en las calles. Sin embargo, no nos preocupa que la universidad española mejor clasificada en el conocido ranking de la Universidad de Shangai ocupe esta posición".

Cuando nos obsesionamos con la imagen aparente nos alejamos de una realidad que, como decía Maquiavelo en el capítulo III de "El Príncipe": "En este respecto, ocurre lo que los médicos dicen de la tisis, que en los comienzos es fácil de curar y difícil de conocer, pero que más tarde si no la discernieron en su principio, ni la aplicaron remedio alguno; es fácil de conocer y difícil de curar. Con las cosas del Estado sucede lo mismo. Si se conocen anticipadamente los males que pueden después manifestarse, lo que no concede el cielo más que a un hombre sabio y bien prevenido, quedan curados muy pronto".