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De cumbre en cumbre

DE oca a oca y tiro porque me toca. Los resultados de la última reunión del G20 celebrada esta pasada semana en Seúl invitan a esta decepcionante conclusión. Sobre el complicado tablero de la economía mundial, los responsables políticos y financieros que asisten a estas reuniones siguen dando largas, defienden sus propios intereses y miran para otro lado cuando se trata de tomar decisiones que pueden erosionar sus objetivos electorales o ideológicos. Nada nuevo bajo el sol, con la particularidad de que en este juego los poderosos (EE.UU. y China) participan con los dados marcados y el resto son simples comparsas sin influencia alguna.

Así, en la capital coreana se ha cerrado en falso la llamada guerra de divisas protagonizada por EE.UU., que acaba de poner en el mercado 650.000 millones de dólares para la compra de bonos públicos, y China, que se niega a liberalizar el yuan en el mercado de divisas. Ambos países son inflexibles en cuanto a modificar sus respectivas políticas monetarias y, lejos de favorecer la resolución del conflicto, alimentan la idea de un nuevo proteccionismo. Por otra parte, el Consejo de Estabilidad Financiera ha decidido conceder al sector financiero otros 6 meses de plazo antes de determinar los requisitos que deben cumplir para evitar un nuevo Lehman Brothers.

Dicho en otras palabras, el G20 celebrado en Seúl ha decidido no decidir. Todo sigue igual que hace una semana. Decepcionante, sí, pero no debe sorprendernos si observamos la inoperancia de estas reuniones desde la quiebra del citado banco estadounidense. En Washington (noviembre 2008) declararon que "debemos sentar las bases para una reforma que tenga por efecto que una crisis global como la actual no pueda repetirse". En Londres (abril 2009) se habló de una mayor transparencia bancaria, que sigue en el limbo, pero se aplazó "para otra cumbre" la necesidad de planes propios. En Toronto (junio 2010) se habló de reducir el déficit público pero se dejó para Seúl la toma de decisiones que ahora, en la capital coreana, se vuelven a retrasar hasta la próxima cumbre de Francia cualquier medida.

Tras la eclosión mediática con el anuncio de medidas de estímulo fiscal y monetario tomadas hace meses para salir de la crisis, así como las ayudas públicas que recibió la banca, primer causante de la crisis, la decepción vuelve a ser la única moneda en curso para los invitados sin voz, pero con foto de familia, como son la Unión Europea y los países emergentes. El G20, sometido, al igual que el Banco Mundial y el FMI, a la timocracia u oligarquía de los neo-proteccionistas China y EE.UU., ha convertido sus reuniones en un juego de la Oca y pone en serio peligro la pretendida recuperación económica. El riesgo no está sólo en la ausencia de soluciones, sino en el empobrecimiento del resto del planeta.