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La debilidad de Europa

La reunión del G-20, celebrada este pasado fin de semana en Gyeongju (Corea del Sur), ha terminado con una tregua en la llamada guerra de divisas, que enfrentaba a EE.UU. y China, al tiempo que ha decidido proceder a una reforma del Fondo Monetario Internacional al objeto de conceder más peso específico a los llamados países emergentes. Dos medidas que parecen ser las resoluciones más importantes y es posible que algunos gobernantes europeos se congratulen por ello. Sin embargo, la conclusión más preocupante debiera estar puesta en la creciente debilidad de Europa en el escenario económico mundial.

Europa ha vuelto a quedar en evidencia frente a EE.UU. y China. La razón de esta debilidad es tan sencilla como preocupante: los representantes del viejo continente no acuden a las reuniones del G-20 con una estrategia común, sino con la mirada puesta en defender sus propios intereses económicos. Lo lógico, sin embargo, sería escuchar una sola voz europea, tal como puede deducirse de conceptos como Unión Europea o Unión Económica y Monetaria, que impiden a sus países miembros tomar medidas individuales como la devaluación del euro que podría favorecer las exportaciones europeas, tal y como ocurre con China, donde se mantiene artificialmente bajo al valor del yuan, o en EE.UU., cuya política monetaria no deja de ser una devaluación encubierta del dólar.

En medio del rifirrafe de acusaciones cruzadas y veladas entre chinos, estadounidenses y países emergentes, las reseñas informativas de la reunión de Gyeongju tan sólo destacan la voz de Alemania criticando a EE.UU. de hacer lo mismo que China. Apenas se sabe algo de la UE. Pero la voz alemana ha caído en saco roto y el G-20 no ha decidido otra cosa que poner fin a la "guerra de divisas" dejando las cosas como están. Es decir, decretando una tregua, pero sin tomar medidas que indispongan a las dos grandes economías mundiales.

Otro tanto, se puede decir de la representatividad en el Directorio Ejecutivo del FMI, donde ganan presencia y peso específico los países emergentes en detrimento de Europa que cederá dos de los nueve asientos que tenía hasta la fecha. Nada se debe objetar a la mayor presencia de esos países, pero se evidencia que la opinión europea vuelve a estar dividida en tantas voces como Estados la componen y cada uno vela por sus intereses. Voces desunidas y, en ocasiones, contradictorias, que apenas encuentran eco en medio del enfrentamiento entre una economía de consumo con alto déficit comercial (EE. UU.) y una economía social del mercado que acumula un impresionante superávit.

¿Dónde está la Unión Europea…? El balance no puede ser más desolador para quienes aún creemos en la viabilidad del proyecto de la Unión Europea, cuya debilidad en el escenario internacional pone en peligro al euro y la recuperación tras la más grave crisis económica.