Cirugía para una fea cicatriz
He aquí, en una sola sección del periódico, las diferentes formas de viajar por Bizkaia por tierra, mar y aire. Por el suelo se desliza la decisión de Feve de consultar con los vecinos de Zorrotza las diferentes formas de soterramiento de las vías el tren para evitar que el paso a nivel marque el barrio con una fea cicatriz. Ha sido acogida con alborozo. Al fin y al cabo, es costumbre de esta tierra (de este planeta Tierra, quiero decir...) la política de hechos consumados. Todo se hace por decreto ley, mandato divino o porque le sale de allá al baranda de turno.
Las ideas, tanto las felices como las desgraciadas, salen de la chistera de los despachos sin pasar por el plebiscito de la calle. Quizás sea por temor a que el pueblo piense distinto y desbarate el boceto de un anteproyecto del plan general diseñado por una comisión de estudio dependiente del organismo nosecuantos y así hasta quedarse uno sin aire. Feve, insisto, ha decidido dar un paso adelante y es de esperar que le sigan unos cuantos en el ejemplo. Va a presentar a los vecinos un surtido de ideas. A media tarde siempre sienta bien semejante merienda. Sería aconsejable que se sirva con un café con leche, ahora que muchos hosteleros de Bilbao se han metido a granjeros. Lo digo porque no entiendo que haya locales donde cobren tres euros por un vaso de leche. No entra en mi cabeza, insisto, salvo que sea para cubrir los gastos de manutención de la vaca que ordeñan cada mañana, que debe ser un animal muy comilón.
Se pretende eliminar un paso a nivel en la ciudad, un vestigio arquitectónico del tiempo de los dinosaurios industriales. Mientras se debate el cómo, en la mesa de los asuntos urgentes de este pueblo sigue la disputa sobre los billetes del ferry. El diputado general, José Luis Bilbao, ha expresado su fe ciega en que no existe caso Ferry, algo que nos contraría a la clase periodística, siempre encantada de ejercer de detectives. Al parecer, la mar no se ha llevado patrimonio alguno ni ahora ni antes y todo obedece a una serie de malentendidos. Mientras tanto, se velan armas ya para el 27 de septiembre, el último día que el Pride of Bilbao zarpará de nuestras costas.
Cumplido la tierra y el mar, queda el aire para el redondeo de la columna. Es un viento metafórico, el aire que acompaña a los gritos de libertad. La colonia mexicana en Bilbao acaba de celebrar el 200 aniversario de la independencia de su país con el archiconocido grito, ese alarido que espanta todos los miedos y celebra de la victoria de las puertas abiertas. También se conmemora estos días la independencia de Chile, de donde vino mi buen amigo Hans Hoffman para convertirse en uno de los nuestros. Es curioso. La vieja América del Sur vive este año, con escalofríos de goce, una serie de celebraciones de este tipo. Un vecino de Bizkaia, de Bolivar para más señas, prendió la mecha de aquel polvorín. Se llamaba Simón y el vuelo de su espada fue la señal convenida para lanzarse a la conquista de la libertad.