El dedo en la llaga
EN tiempos de crisis, la mejor noticia es que no haya noticias. Sin embargo, esta pasada semana ha estado preñada de rumores y noticias. Unos cuestionaban la salud de la economía española. Otras ponían al Santander como el más solvente de los bancos europeos o señalaban que se harán públicos los resultados del test de resistencia al que se han sometido las entidades financieras y que dejarán a más de uno (bancos o cajas) con las vergüenzas al aire, al tiempo que tendrán que aceptar una nueva tasa para cubrir las necesidades monetarias ante una futura crisis del sistema. Avisan, eso sí, que trasladarán la tasa a los bolsillos de sus clientes.
En este escenario, un tanto confuso, Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, ha puesto la guinda con duras críticas al comportamiento de los ejecutivos porque en materia de salarios, bonificaciones y beneficios alcanzados a corto plazo no guardan relación con la economía real y se comportan como antes de la quiebra de Lehman Brothers en otoño de 2008, señalando que "no concuerdan con nuestros valores democráticos fundamentales". Se puede decir más alto, pero no más claro.
Y, ante la posibilidad de no ser bien entendido, afirma que es el BCE quien les ha salvado, "habrían desaparecido todos si no los hubiéramos recatado. Lo tuvimos ante los ojos". En efecto, si observamos los resultados obtenidos por los principales bancos en 2009, bien podría decirse que la crisis había terminado. No obstante, el pasado mes de mayo, el BCE procedió a comprar deuda pública de países en crisis, como Grecia, Portugal, España o Irlanda, "la situación era demasiado dramática. Europa era en ese momento el epicentro de la crisis", explica Trichet.
Resumiendo, todo este largo y costoso calvario originado en el propio sistema financiero se ha recorrido con más pena que gloria con el soporte de importantes ayudas públicas a los bancos y con medidas que, se mire por donde se mire, erosionan el estado de bienestar de los ciudadanos europeos, porque el déficit público generado por las ayudas e incentivos fiscales se están financiando con un recorte en el gasto público.
Trichet, por una vez, se ha soltado el pelo y pone el dedo en la llaga. No sólo critica la actitud insolidaria de los bancos y de los propios Gobiernos europeos. También señala los peligros que siguen acechando a la economía europea. Después de todo… ¿qué se ha solucionado en estos últimos años?
Cuando los bancos iban mal la economía estuvo al borde de la depresión. Ahora, los bancos vuelven a sus prácticas habituales y sacan pecho con sus beneficios como si nada hubiera ocurrido mientras los políticos utilizan la economía para sus intereses electorales.