La convocatoria de Javi Martínez para disputar junto a Fernando Llorente el Mundial de Sudáfrica con la selección española ha coincidido con el insistente rumor sobre el manifiesto interés de varios equipos de relumbrón por ficharle. Novias de porte impresionante, como el Real Madrid o el Manchester City, un club inglés comprado por jeques árabes y que tiene el dinero por castigo.

El chico, de repente, se convirtió en foco principal de la atención mediática y ¡ay madre!, resulta que estaba encantado de la vida. Respondía con arrumacos a los besitos lanzados por el Madrid, y también le guiñaba el ojo al equipo británico. O sea, que se hacía el interesante y flirteaba, el muy casquivano.

El desconcierto me recorrió las entrañas y la duda metódica penetró en mi mente. Una cosa es el equipo de Navarra, es decir, Osasuna, y otra el equipo de los navarros, o sea, el Athletic. Porque un bilbaino nace donde le da la gana, y últimamente se ha puesto de moda hacerlo en el Viejo Reyno. Como todo el mundo sabe, Iraizoz, San José, Orbaiz, Gurpegi, el propio Javi Martínez y Fernando Llorente, la columna que vertebra el Athletic, son bilbainos de toda la vida, aunque por un capricho decidieron nacer en Navarra, como Muniain o Iñigo Pérez, las grandes promesas de la cantera rojiblanca.

Sin embargo, las carantoñas con mozas ajenas de Javi Martínez me provocaron tantos celos y recelo que me acordé de La invasión de los ultracuerpos, esa película de ciencia ficción dirigida por Don Siegel en los años cincuenta que sublima el miedo ancestral a descubrir que la realidad que vemos no es lo que aparenta, virtualidad causada en este caso por perversos entes de otro planeta que penetran en nuestra piel hasta secarnos por dentro, dejándonos sin emociones ni corazón.

Por eso me entra la duda de si la fría despedida de Fran Yeste tras diecinueve años en las filas rojiblancas, con un silencioso hasta nunca que ahí os quedáis, fue cosa de los ultracuerpos, o sea que había nacido en Saturno; lo mismo que reconocimos en Joseba Etxeberria sin pestañear a un botxero con pedigrí, aunque casualmente parido en Elgoibar.

¿Y Javi Martínez? Javi Martínez confesó ayer ante nuestro compañero Paco Ruiz que su amor por el Athletic es auténtico, tanto que ni por todo el oro del mundo se dejará seducir por damas altaneras. Que es de Aiegi, ¡pero bilbaino de toda la vida!, y si acaso dio pie a especulaciones de porteras fue a causa del desconcierto que provoca ir de novicio a un evento de tanta magnitud como es un Mundial, y además formando parte de una tropa selecta, favorita para llevarse el título y los 600.000 euros por jugador que la singular gesta conlleva.

Historias como La invasión de los ultracuerpos han sido concebidas para concitar un rato de terror psicológico entre el pueblo soberano, pero la misma sensación de pánico y mayor indignación desata saber que estos pollos de la selección española, que ya son sobradamente ricos y famosos, puedan ganar semejante pastón, mucho más que cualquiera de los otros treinta y dos equipos contendientes, y en pleno cataclismo económico.

Por la boca pequeña dicen que parte, sin especificar, del tremendo botín lo destinarán a la beneficencia, una pose que en realidad esconde el sonrojo por los generosos diezmos que recibirán en caso de alcanzar un premio teóricamente mucho más poderoso, como es el sueño deportivo de ser campeones del mundo, es decir, que supuestamente sobra tamaño estímulo económico.

Sin embargo, quien ha propiciado semejante escándalo es la propia Federación Española de Fútbol, que saca dinero a calderos aprovechando el préstamo que los clubes hacen gratis total de sus jugadores para utilizarlos en un sinfín de campañas publicitarias cuyo enorme rédito cae entero en su saca, y encima recibe la conveniente subvención del erario público.

Es decir, que cada uno de nosotros, con nuestros impuestos, también vamos a pagar la descomunal prima que los selectos futbolistas percibirán por alcanzar la meta divina mientras miran de soslayo al hincha como hacen los dioses del Olimpo.

¿Y quién dijo que Villar era tonto?