la parafernalia que envolvió la colocación de la primera piedra de San Mames Berria el pasado miércoles fue tan emotiva y elocuente que se elevó sobre el cielo bilbaino como un globo cargado de sueños de fútbol, capaz de navegar ágil por encima de la áspera realidad, sobrecargada de problemas, mayormente los provocados por la crisis económica que aprieta, e incluso ahoga; un globo hinchado de felicidad que sobrevoló ajeno cabezas de parados, recortes salariales y jubilados a quienes se les va a congelar su famélica pensión.
La nueva Catedral, sin embargo, comienza a cincelarse con la solemnidad de lo sagrado, como se hacían las catedrales en el medievo, para honra y pleitesía de Dios, a costa de cualquier otra necesidad humana, por más perentoria que fuera. Ya se estuviera muriendo la plebe de hambre, peste bubónica o una desgarrada guerra causada por el rapto de una pizpireta doncella a manos del malencarado duque de Clavoardiente que acudían los lacayos del noble y sangraban al desdichado ciudadano con impuestos tremendos, pues lo primero es lo primero, o sea, el Athletic, y si no, haber nacido en otra parte.
En semejante ocurrencia me puso una alegre y combativa compañera, para quien el fútbol es el opio del pueblo, y los hinchas del Athletic algo así como una colonia de abducidos.
La mujer en cuestión me sacó a relucir los 157 millones de euros que costará la broma del futuro estadio, pagado con los dineros de todos, acólitos y herejes de la causa rojiblanca, cuando las administraciones públicas deben lo que no tienen y andan recortando bienestar social a diestro y siniestro.
La verdad, no supe qué contestar.
-Visto así, a lo peor es un disparate, -le dije-, pero aquí, Athletic somos todos, como en Hacienda.
-¡Ah!, pero ¿acaso el Athletic no es un club privado?
-Cierto.
-¿Y cuántos socios tiene?
-Sobre los 35.000, aproximadamente.
-Pues que hagan una derrama para su enorme txoko, ¡como todo vecino!
Yo intenté hablarle sobre el simbolismo del club, tan arraigado en nuestra sociedad, que une a tirios y troyanos, pero en vista del contendiente que tenía enfrente (mujer de convicciones firmes, alegre y combativa, para quien el fútbol es el opio, etcétera) decidí por una prudente y sigilosa retirada, no sin antes darle su cuota de razón, o sea, dejarla satisfecha, dialécticamente hablando.
Si bien es cierto que el coste de San Mamés Berria es considerable, también lo es que se trata de una inversión con valor añadido, que generará unos 5.000 puestos de trabajo y tendrá un impacto económico calculado en 584 millones de euros. Además de dar forma y contenido a otro singular rincón de este Bilbao tan cambiante y seductor, San Mamés Berria tiene el don de no haber provocado entre los grandes partidos controversia mayor sobre la idoneidad de su financiación pública, y sobre todo ha concitado un amplio consenso en el pueblo soberano.
A vueltas con esa reflexión estaba cuando me encuentro con Virtudes, mi vecina tan directa y descarada, y temí lo peor: cielos, hoy no es mi día, me dije, y tampoco falló el pálpito.
-¿Y que va hacer el Gobierno vasco con los 55 millones que regala a esos del Athletic para justificar el uso público?, ¿Harán por fin una recta de atletismo con foso de saltos con pértiga para frikis, con casco y vara recortada para no estamparse contra el techo?, me dijo en un tono de sarcasmo que daba espanto.
-Pues no lo sé, amiga, pero supongo que en su vientre dejarán ensayar con tambores y cornetas a los cofrades de Semana Santa cuando la climatología exterior sea adversa. Igualmente, imagino, permitirán si lo estiman oportuno que los txikis donostiarras practiquen la tamborrada desfilando por las perfectas calles de la absurda pista de atletismo, que también es servicio público.
Además hay que evitar como sea que Odón Elorza, tan sensibilizado como está, se encorajine aún más, porque es capaz de escindirse del PSE y montar el PASAI, Partido Socialista de Agraviados Incontinentes. Recemos pues a San Mamés para pedir que la Real ascienda y este buen hombre pueda meterse en el cuerpo, al fin, un enorme alegrón.