LA hinchada del Villarreal,que a su condición de equipode pueblo con posiblesañade las cuitas y rencillasentre valencianos y catalanes, le cantabaal Barça: “¡Sí, sí, nos vamos aMadrid!”. Al rato callaron, despuésde tragarse sufina ironía según ibancayendo los goles del equipo barcelonistaen el cuenco levantino.Por sihabía dudas sobre la respuesta blaugranatras su eliminación de la Ligade Campeones, éstas se disiparon deun plumazo.
Cuando un equipo es tan superiora los demás, vence de forma inmisericordey lo gana todo, es naturalque se le tenga ganas, pues los alardesimperiales, aunque sea proponiendoun fútbol tan exquisito, acabandando grima.
Como saben, el Inter acabó con elsueño culé de celebrar su cuartaCopa de Europa en el Santiago Bernabéudespreciando cualquier intenciónde jugar la pelota, pero eso también forma parte de los códigos futbolísticos.Otra cosa es el ritual queacompaña al acontecimiento deportivo.
Por ejemplo, la calculada intenciónprovocadora con la que JoseMourinho festejó el evento; o la reacciónvisceral de la prensa madrileña,proponiendo al chulesco técnicoportugués como el próximo entrenadordel Real Madrid por haberimpedido que la diosa Cibeles se puedainfectar con el virus culé.
Frente a estas dos reacciones, quehieren y desagradan al espectadorneutral, el místico Pep Guardiolareaccionó escribiendo una elegía dela derrota mientras ofrecía la másseductora de sus sonrisas.Realmente,Pep nos ha dejado pasmados consu bonhomía. Es decir, ha sabidorevertir la situación con astucia ysutileza. Encajando el golpe con espíritudeportivo ha sabido caer simpático.
Resulta que el ogro de antañoahora despierta fascinación, más sicabe cuando el técnico catalánrefuerza en la derrota su compromisocon la belleza y el espectáculo.
En consecuencia, la reacción azulgranaen la Liga ha sido tan apabullanteque, además de demoler agoles al Villarreal, a quien dejó deprimidofue al Real Madrid, cuyos jugadoresse enfrentaron ayer a Osasunacon una abulia y dejadez evidentes.Pocas veces ha tenido el equipo navarrotantas ocasiones de gol durantela presente temporada. Anotó dos,jugó con una comodidad inimaginabley si perdió fue porque jamás creyóen la hipótesis de la victoria, ytambién porque Cristiano Ronaldoserá más chulo que un ocho, pero tienealma de campeón.
A falta de tres jornadas para concluirla Liga, los errores se paganmuy caros y los cálculos erróneos,también. Puede ser el caso del Atléticode Madrid, que ayer encajó máscontento que unas pascuas suderrota frente al Sevilla. Pero teníasu lógica. Ambos se enfrentarán enla final de Copa y al equipo colchonerole interesa que el hispalense seclasifique para la Liga de Campeonesporque, de esta forma, si elPupas pierde el trofeo, al menos tendrácomo consuelo una plaza parala Europa Liga, como le ocurrió alAthletic el pasado año.
Con lo que no contaba el Atlético,ni el Sevilla, que aún debe lidiar conel resucitado Barça, es que el Mallorcapudiera vencer con pasmosa facilidaden San Mamés, hasta hace pocobaluarte inexpugnable donde elAthletic y su hinchada consolidaronel sueño europeo. Ha llegado sin bríoni coraje el Athletic a la recta finaldel campeonato, tal y como demos tró el pasado lunes en el Reyno deNavarra yayerenLa Catedral, y sinese plus de generosidad física y mentalel equipo rojiblanco enseña queaún tiene demasiadas carencias.
Aduriz marcó un gran gol, el tercerodel Mallorca, que no celebró, perosirvió para fastidiar, encrespar elcontencioso con el club balear, consolidarel sólido fútbol mallorquinistay descubrir la falta de ideas queacucia al conjunto rojiblanco. Y justoahora. Cuando el tiempo se agota.