Credibilidad
FRENTE a la adversidad sólo hay dos opciones: enfrentarse a ella con optimismo o dejarse llevar en un claro talante pesimista. Hay que tomar uno de esos caminos, sin punto medio y sin marcha atrás. Es entonces cuando se demuestra la actitud de quien sabe lo que hace o hace lo que sabe. Es el caso que resume la actividad económica de la pasada semana, sustanciada en la rebaja del rating vasco según la agencia de calificación Standar&Poor"s. Existen argumentos para cuestionar la credibilidad del mensajero, pero difícilmente se puede poner objeciones al fondo del mensaje.
S&P nos dice que, hoy en día, Euskadi sufre un "deterioro presupuestario". Justifica el recorte de credibilidad por la rigidez en sus crecientes gastos estructurales relacionados con el bienestar social. En otras palabras, se gasta más de lo que se ingresa y al recurrir a la deuda para cubrir ese déficit podemos llegar a la insolvencia si no se modifica la política presupuestaria que es muy rígida. Todo un ejercicio de realismo que nos conduce al dilema entre gastar menos o ingresar más.
En cualquier caso, bien sea por la reducción del gasto público (ergo minoración del bienestar social) o bien por el aumento de los ingresos (mayores impuestos sean directos o indirectos), la solución tiene un claro efecto impopular porque los ciudadanos no queremos pagar más o ver reducido nuestro bienestar social. Las expectativas no son mejores, porque S&P ahonda en el doble problema del endeudamiento y la capacidad para amortizarlo.
Y es aquí donde entra en juego el talante de los gobernantes para decidir qué camino tomar. El optimista, sin duda optará por buscarle soluciones mediante ideas que, pueden ser equivocadas, pero son ideas que se ponen sobre la mesa para su análisis y posterior debate aunque sean impopulares. Con seguridad siempre tendrá más de un proyecto o idea para vencer el camino adverso. Podrá equivocarse pero no cejará en luchar contra la adversidad.
El pesimista, por su parte, se auto compadece como heredero de un destino que otros han marcado y encubre su incapacidad con cantos de sirena que hablan de "una noticia excelente" el hecho de que hoy estemos peor que hace dos años y mejor que dentro de otros dos. Se resigna y se siente víctima de la mala suerte, de las circunstancias y hasta del vecino. Siempre encontrará una excusa o justificación para su situación difícil y para no intentar salir de ella. A menudo dirá: para qué, eso no resultará. En realidad no sabe, ni se espera que sepa.
Como quiera que ustedes, queridos lectores, han seguido la actualidad económica, tan sólo resta por recordarle a nuestro consejero de Economía un refrán que resume nuestra preocupación:
El optimista tiene un proyecto, el pesimista, una excusa.