EL nuevo late night de Cuatro es tal catástrofe que no es fácil destacar qué fue lo más llamativo de su estreno. Si ya es raro llevar a un colega de La Sexta (Andreu Buenafuente) para hacer una pantomima de psicoanálisis, más lo es que la invitada de la inauguración sea una estrella de la competencia, Pilar Rubio. Tal muestra de cortesía sólo puede explicarse porque es uno de los puntales de Telecinco, la cadena que ha comprado Cuatro y que así empieza a meter la patita y a engrasar las sinergias. Tras unos créditos psicodélicos (por no decir trasnochados), llegó el monólogo inicial de Santi Millán, flojo y ramplón. Pero tampoco fue lo peor. La entrevista con Pilar Rubio, llena de dobles sentidos rijosos, parecía ideada por un viejo verde. La chica aportó todo su entusiasmo, que es mucho, pero era imposible salir airosa de esas preguntas y de una escena en la cama rodeada de perritos. Esto tampoco fue lo peor, ya que resultó ampliamente superado por la aparición de una señorita en bikini con una pitón albina a modo de bufanda dispuesta a hacer unos ejercicios en una barra de striptease. Cuando ya parecía que aquello no podía degenerar más, fue el propio presentador el que se quedó en calzoncillos y también se dio unas vueltas en la barra. Todo fue un delirio de comedia universitaria, entre cutre y machista. Sin embargo, hay algo todavía más insólito. La hora y media fue un inmenso publirreportaje de una compañía de cruceros, cuyo nombre fue mencionado más de una docena de veces por el presentador. El momento cumbre fue cuando todo el plató tuvo que cantar en inglés el tema de Vacaciones en el mar con un karaoke más rústico que los personajes de Paco Martínez Soria. Se supone que era el precio por llevar a todo el público a dar un garbeo por el Mediterráneo, pero en ningún momento apareció ese rotulito que indica discretamente que se está haciendo publicidad. En conclusión: Eva Hache era un genio y UAU puede apuntarse un tanto: si lo importante es que hablen de uno aunque sea mal, objetivo conseguido.