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Manejar los códigos futbolísticos

Hablar ahora mismo de Europa me parece tontería, afirmó ayer Miguel Ángel Lotina, consternado por la clara derrota de su equipo, el Deportivo, frente al Getafe (1-3), la tercera consecutiva. Cuatro jornadas atrás, después de empatar en Sevilla (1-1), el técnico vizcaino proclamó: "Ahora debemos aspirar a la Champions".

Pero ayer estaba tan plañidero el bueno de Lotina que incluso llegó a decir: "Tenemos que estar contentos con habernos salvado", y tampoco es para ponerse así de melancólicos.

El fútbol es tan proclive a los subidones anímicos, y sus correspondientes bajonazos, que a veces desespera, y aún peor, obliga a sus protagonistas a tragarse las palabras a palo seco. Por ejemplo, el famoso "nos vamos a comer el león desde la melena hasta la cola" que profirió José María del Nido en vísperas de la memorable semifinal copera con el Athletic de la pasada temporada, que como saben ofreció cobertura a las más calenturientas astracanadas.

Del Nido, con lo ufano y lenguaraz que estaba hace apenas un mes con su Sevilla, ahora está desolado, pero en cambio los béticos están encantados con su desolación y la caída en picado de la euforia sevillista.

Para sobrevivir en el proceloso mundillo futbolístico hay que ser muy filósofo de la vida, y manejar con soltura la gramática parda, es decir, ser una especie de Vujadin Boskov, que ha pasado a la historia balompédica por decir verdades como puños sin decir nada: "Fútbol es fútbol"; "El fútbol es imprevisible porque todos partidos empiezan cero a cero"; "Ganar es mejor que empatar. Y empatar es mejor que perder"; "Perder es mejor que descender"; "Prefiero perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol"; "Punto es punto"; "Rigore è quando arbitro fischia (Penalti es cuando árbitro pita)".

Otra forma de transitar es el silencio. No decir ni mu, como hace Fran Yeste, dando pábulo a todo tipo de rumor, y lo que es aún peor, a la interpretación que se pueda hacer del silencio: calla, luego otorga (¿qué calla?, ¿qué otorga?, ¡Aaah...!).

Tal y como maneja su propia situación (no renueva porque pide mucho o, con lo bien que marcha el equipo, ni está, ni se le espera, ni falta que hace), Yeste probablemente se irá del Athletic por la puerta de atrás, dejando el recuerdo de un estrella estrellada o la leyenda de sus juergas prevaleciendo sobre su elegancia con el balón.

Joseba Etxeberria, en cambio, también se va, pero se lo ha montado de cine. Nacido y criado en la Real Sociedad, se convirtió en el enemigo número uno de la hinchada txuri urdin por abrazar la causa rojiblanca con la fe del converso. Triunfó en toda regla a la vera de San Mamés y, en el ocaso de su carrera, decidió jugar la última temporada gratis total para redondear la bonita cifra de quince años jugando en el Athletic. ¡Un amor!

Con esto no quiero comparar nada, válgame el cielo, pero conviene manejar con tiento los códigos futbolísticos, y sobre todo ofrecer guiños cómplices, e incluso demagógicos hacia la hinchada, que lo mismo encumbra a un jugador que le cubre de lodo por un malentendido, o un silencio que no dice nada, y eso le está pasando a Yeste.

Manuel Pellegrini también supo manejar los tiempos sacando a Raúl, en lo que probablemente fue su último derbi madrileño, y a Guti, dos auténticos relicarios del madridismo, aprovechando la euforia blanca, después de haber remontado el marcador al Atlético de Madrid. Hubiera sido un final apoteósico si el siete anota un gol, que a punto estuvo, y todo el mundo habría aplaudido la sagacidad del cuestionado técnico chileno.

Con la victoria del Madrid, y la del Barça en Mallorca, se mantiene la incertidumbre sobre quién será el campeón de Liga. De paso, paran en seco a dos rivales europeos del Athletic, añadiendo un aliciente más a ese raro encuentro que afrontará hoy, san lunes, ante el Racing.