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Dioses, titanes y otros misterios

Dioses, titanes y otros misteriosFoto: pablo viñas

me imagino a Juanma Lillo vestido de trovador medieval loando las virtudes de su admiradísimo Pep Guardiola, y a la vez devanándose los sesos en las horas previas al Almería-Barça a la busca y captura de esa idea genial con la cual fastidiar, paradojas del destino, a su ponderadísimo ídolo.

Lillo vive en la soledad de La Fabriquilla, un pueblo de apenas diez habitantes que mira al mar, en el Cabo de Gata. Allá medita sobre el arte futbolístico, pero justo aquel día, cuando más necesitaba el socorro de las musas, se encontró vacío.

Pero junto a un roquedal cercano ardía un matorral. Miró fíjamente al fuego. Nada. Sólo llama y humo que tragó una cueva cercana. Entró en ella persiguiendo un augurio y al fin halló la respuesta: bajo la bóveda de la gruta colgaba un grupo de murciélagos. ¡Eureka! ¡Lo encontré!, se dijo, y recobró el sosiego.

Y efectivamente, el gran Juanma Lillo, el adalid del buen fútbol y mejor trato con el balón hasta la muerte y más allá, decidió colgar a sus once jugadores del larguero. Es decir, propuso jugarle al Barça con una defensa montonera y sálvese quien pueda, tal y como hubiera hecho el más simplón y cagón de los entrenadores. Y sin embargo la jugada le salió casi perfecta.

¡Qué pasó?

De aquella cueva lamida por el Mediterráneo despertaron una hueste de dioses fantásticos surgidos de la estirpe de Dionisos. Sátiros, centauros y ninfas se desparramaron jacarandosos por el estadio almeriense. Fue entonces cuando el árbitro Clos Gómez, preso de enajenación mental transitoria expulsó al admirado Pep, y luego a Ibrahimovic. Tampoco se libró Puyol del sortilegio, pues anotó un soberbio gol en propia puerta que colocaba al Barça al borde de la desesperación. Ni tan siquiera Messi, que tiene duende propio, pudo arreglar la juerga mítica que montaron las criaturas de Zeus, que en cambio envió al Bernabéu a un vástago de cuajo, el mismísimo Hades, el dios de la guerra e impulsor del fútbol épico que utilizó el Real Madrid para sobreponerse y machacar al Sevilla en el último suspiro del partido.

Cosas extraordinarias ocurrieron en la jornada, que dejan al Barça y al Real Madrid predestinados a sentenciar la Liga en la pelea de titanes que se intuye allá por el 11 de abril, cuando ambos colisionen en el estadio madridista, y a Lillo transformado en un técnico adocenado.

El Athletic-Valladolid, en cambio, se jugó en la pura Arcadia. Convertido San Mamés en un remanso de paz, los chicos de Caparrós sacaron adelante un partido plácido, donde Toquero volvió a ejercer de héroe, pero eso ya ha dejado de ser noticia.

Durante el encuentro se intuyó, más que ver, la presencia de Asier del Horno, otrora insigne lateral izquierdo y hoy alma en pena, singular representación de este Valladolid evanescente, que destituyó a Mendilibar entre el aplauso y laudatoria de la afición pucelana, y que ahora se precipita irremisiblemente a Segunda División.

Fran Yeste, amigo de Asier y antiguo colega de correrías, en cambio, ni estuvo ni se le espera, justo cuando las maniobras para la renovación de su contrato se han iniciado bajo el signo del enigma. Por un lado Caparrós, al prescindir de él, parece que dice: no me sirve. O no lo quiero ni ver. O le he castigado por una conducta impropia de un profesional. Y por otro el club, con su presidente Fernando García Macua al frente, insinúa: queremos que siga.

Sucede que en este club muchas veces nada es lo que parece. Vendió el Athletic-Paraguay como un partido guay en pro en una buena causa, recaudar fondos para el fútbol vizcaino, y luego montó un fraude como un templo a la afición menos habitual de San Mamés, justamente la más ilusionada, sacando un falsario de equipo. Eso se avisa, señor presidente: o al técnico, para que ponga un equipo fetén, o a la afición, para que al menos hubiera tenido la oportunidad de quedarse en casa ahorrándose semejante artería.