Ahora vienen las prisas. Zapatero, vapuleado en medios económicos de prestigio y ninguneado en la UE, pese a ser el presidente de turno, tiene prisa por cerrar un pacto de Estado con el resto de fuerzas políticas. Dicho en otras palabras, busca compartir con la oposición la responsabilidad política de su gestión frente a la crisis económica. Y lo hace desde cuatro ejes u objetivos que son, en sí mismos, incuestionables: mejora de la competitividad, giro en la política industrial, consolidación fiscal y saneamiento del sistema financiero.

Nadie, por muchas opciones que tenga para sucederle como inquilino de La Moncloa, puede negarse a semejante horizonte cuando hay más de 4 millones de parados, un creciente déficit público y un preocupante endeudamiento. Entonces…, ¿por qué está tan lejos ese deseado pacto de Estado? Muy sencillo, cuando todo el mundo sabe que los próximos meses van a ser complicados, Zapatero vuelve a ser el paradigma de la ingenuidad o de la temeridad (ustedes deciden).

Ingenuidad, en el supuesto que no vea nuevas convulsiones económicas en la reducción de estímulos monetarios y fiscales, o la supresión de ayudas públicas al consumo en determinados sectores productivos, que se avecina en el segundo semestre. O temeridad, si piensa que la solución a semejante horizonte pasa por un simple pronunciamiento de intenciones, argumentando su urgencia para justificar la carencia de medidas concretas, tal y como se manifestó en el pleno monográfico sobre la crisis económica celebrado en el Congreso el pasado miércoles.

Es posible que las críticas a Zapatero, maniatadas por la falta de ideas en el principal partido de la oposición, hayan sido excesivas. Es posible que el sistema financiero español, que ha resistido mejor que otros la crisis, sea objeto de envidias y recelos. Pero no menos cierto es que el presidente de un gobierno no puede refugiarse en la idea de un ataque mediático e injustificado a la economía del país que dirige. Zapatero, bajo el influjo del narcisismo político identifica las críticas a su propia gestión económica como si fueran un menosprecio a España, parece querer imitar a Luis XIV cuando afirmaba L"Etat, c"est moi (el Estado soy yo).

La responsabilidad de un Gobierno es tomar medidas. Gobernar y decidir, ofrecer soluciones y arriesgar su credibilidad política ante la ciudadanía que le ha elegido, pero que también tiene el derecho de conocer los planes del Gobierno, incluso antes de consensuarlos con la oposición. La actitud de mártir incomprendido está bien para las artes escénicas, pero la crisis no es una representación teatral, sino el origen de vivencias humanas dramáticas.