La economía vasca "inicia la recuperación" (lehendakari dixit). En efecto, los datos adelantados la pasada semana por el Eustat sitúan el índice de crecimiento de la economía vasca en dos décimas porcentuales en el transcurso del último trimestre del pasado año. Hay, por tanto, un atisbo de esperanza, un motivo de optimismo y algunas razones para la prudencia o para la preocupación. Después de todo, no hay que olvidar que la noticia llegó el mismo día que se conocía otro trimestre negativo (y van siete) en la economía española y, por otro lado, el propio consejero de Industria afirmaba que "hasta que no salga España (de la crisis), no saldremos nosotros".
Es decir, estamos en manos de una economía (la española) sumida en una grave crisis (paro, déficit y deuda como factores más relevantes) que necesita enviar a la ministra Salgado para convencer a la dirección del Financial Times, mientras que The Economist -participado en un 50% por el anterior rotativo- señala que Zapatero "ha reaccionado con torpeza y confusión, lanzando de forma abrupta un plan de austeridad y un esquema impreciso para la reforma del mercado laboral, para luego retirar trocitos de ambos cuando se desató el más ínfimo síntoma de protesta".
Este es el problema. Y la razón para estar preocupados reside en la manifestada subordinación del Gobierno vasco a los designios, ideas, rectificaciones y ocurrencias del inquilino de La Moncloa que, una semana después de proponer una reforma laboral, tiene que escuchar la convocatoria de los sindicatos para salir a la calle y protestar. La CEOE, por su parte, sigue a lo suyo, lo mismo que la oposición (PP) de tal suerte que el pretendido pacto nacional se ha convertido en una plataforma de descalificaciones mutuas.
No hay acuerdo, ni se le espera en las próximas semanas. Si acaso, coincidencia al decir que "España no es Grecia". Claro que no lo es. La economía española es cuatro veces más grande que la griega y si el deterioro de ésta última preocupa en Europa, el posible y no deseable colapso español puede ser letal. La situación es tan grave que el jefe del Estado ha llamado a los agentes sociales, aunque no se sabe muy bien con qué finalidad
Lejos de cualquier signo de autonomía, quienes gobiernan el País Vasco (una autonomía) unen su suerte (que es la nuestra) a la de Zapatero, como si este país, Euskadi, no dispusiera de las herramientas precisas para marcar su propia política económica, financiera e industrial. Otros lo han hecho antes…, pero la normalidad "identitaria" de López se manifiesta en la subordinación.