No sé cómo hincarle el diente
La prensa catalana ha recordado estos días con coña marinera que Andrés Iniesta lleva nueve meses sin marcar, es decir, desde que provocó el baby boom en Barcelona, incrementando la tasa de natalidad un 45 por ciento con aquel fantástico gol en Stamford Bridge al Chelsea, en el minuto 93, abriendo las puertas de la gran final europea frente al Manchester United y a un sinfín de sensaciones psicosomáticas entre los hinchas culés, que se volvieron como locos de alborozo, y ¡hala!
Josep Guardiola, con ese ojo de águila que tiene, también se apuntó a la coña marinera de los nueve meses de embarazo sin marcar y decidió cambiar a su sex machine preferido hacia el minuto 90, para que la hinchada blaugrana se rompiera las palmas aplaudiendo al fantástico jugador manchego por propiciarles tanto goce. El Barça, como saben, ganó al Getafe con suficiencia, compensando la inferioridad numérica con una reorganización táctica que, llevada a cabo por genios del balompié, también resulta insuperable para el rival.
El Barça cabalga imperturbable hacia otro título de Liga, mientras el Real Madrid sigue su estela sideral sabiendo de antemano que por más que se encomiende a San Judas Tadeo, patrón de las causas perdidas, el destino le tiene asignado un papel de segundón. El Madrid afina su enorme potencial y por eso derrotó al Espanyol sin pizca de gracia, ni emoción, en un acto de pura rutina. Conoce que, muy bueno que sea, aún debe convertirse en el mejor equipo del mundo para derrocar al rey azulgrana y conquistar la Liga.
O sea, que entre la forofada blanca no se espera en lontananza desmán alguno en los índices de natalidad por culpa de las emociones fuertes, mientras Iniesta, Messi, Xavi y compañía tienen en perspectiva desencadenar otro suculento festín carnal: 22 de mayo. Estadio Santiago Bernabéu. Final de la Liga de Campeones: ¡Real Madrid-Barcelona! ¿O será al revés?
Todo esto viene a cuento casi sin cuento, pues reconozco que tengo que llenar todo esto de letras y no sé cómo hincarle el diente al Athletic-Xerez. Ni metafóricamente, ni a la brava, llamando zascandil a la tropa rojiblanca.
Hay que ponerse pinturas de guerra, calarse la boina de forofogoitia atroz y convenir que, al fin y al cabo, los muchachos de Caparrós han sabido sobreponerse a la adversidad, propia (descerebramiento súbito) y ajena, protagonizado una soberbia remontada que ha dado un carácter épico a la victoria.
Lógicamente el tono solemne requiere obviar los detalles, por ejemplo que el contrario es el último sin remisión posible, a no ser que el susodicho San Judas Tadeo baje del altar y se ponga en faena, misterio que por un momento se dibujó sobre el cenizo cielo bilbaino.
Si nos ponemos cabales y mínimamente analíticos, a uno le entran ganas de no dejar títere sin cabeza, pues ni contra el Xerez fue posible domesticar un mínimo el balón, ni jugarlo con cierto criterio o un poco de imaginación, o salirse del guión básico y rudimentario. Se recurre demasiado al pelotazo y tente tieso rumbo a la cabeza de Fernando Llorente para que éste deje el balón por ahí tirado, más o menos sobre el área, aparezca cuan centella Toquero, se arme un follón y de ahí surja un gol por casualidad.
Caparrós apostó por Muniain desde el comienzo, y el mozo armó la marimorena a los dos minutos. Luego, se moría cada diez, retorciéndose sobre el césped como poseído por el mismísimo satán al mínimo choque con un contrario. Alguien le tendrá que decir que los árbitros odian a los futbolistas histriónicos y ya le han tomado la matrícula o, como aún está en edad, contarle el cuento del lobo y el pastor mentiroso, pues un poco de pedagogía le vendrá bien a modo de exorcismo contra sus exageraciones y para consolidar su prometedor futuro.
Convengamos, eso sí, que Fernando Llorente es un auténtico crack paraeste equipo, pues en tiempo de ofuscación colectiva fue el más ofuscado, pero que en cuanto Susaeta le puso por dos veces el balón con temple los transformó en gol; los goles de la remontada, el triunfo, o como se transformó el exabrupto colectivo contra un equipo pusilánime y mentiroso en tres puntos de sutura que sirven para enmascarar un partido tedioso.
Convengamos también que el Athletic no está para exhibiciones de talento, pero tampoco se acongoja ante la adversidad como hacía antaño. Y puede seguir soñando con un fin, un lugar en Europa.