A finales de noviembre tenía programada una colonoscopia en el Hospital de Galdakao. Tras una noche en vela por el preceptivo preparatorio para la prueba (tomar la medicación, los líquidos, con sus consiguientes viajes al baño), cuatro horas antes de la consulta me llaman para decirme que la prueba no va a poder llevarse a efecto por motivo de la huelga. Aducen que la razón para no haberme avisado de la cancelación la víspera, y así haberme evitado todo el trajín nocturno, es la confidencialidad del derecho a la huelga.

No deja de ser paradójico que una huelga convocada por los cuidados me haya obligado a medicarme en vano y a pasar una noche verbenera para nada. Me invitan a poner una queja a lo que me niego porque mi reclamación no va contra Osakidetza, que creo está bien dotada económicamente y en medios, sino contra esa estrategia perfectamente planificada por parte de cierto sector organizado, de hacer las cosas mal a propósito a fin de crispar al usuario para que reclame y así utilizarlo como ariete contra el Gobierno vasco, creando una sensación de gestión desastrosa.

Mi reclamación va contra esa parte del personal que no hace correctamente su trabajo.