Ya puede hacer equilibrios Sánchez para negociar con nacionalismos y progresistas la investidura para formar gobierno, que con los amigos que tiene dentro no tiene problemas para negociar con sus enemigos. El cuadro de honor de los socialistas es un poema, pues las declaraciones de Felipe González contra la amnistía tienen el riesgo de que se le pidan responsabilidades como promotor del GAL. Alfonso Guerra ha perdido su condición de bufón para provocar a la oposición. Corcuera, el ministro del Interior de la patada en la puerta; Pepe Barrionuevo, que asumió el secuestro de Segundo Marey; Rafa Vera, también ha asumido su responsabilidad en el GAL, pero cuando los delitos han prescrito... Son jarrones rotos que pueden provocar el derrumbe de la nueva imagen que quiere provocar el PSOE. Se coaligó con Podemos que nombró sus ministras a las progresistas Belarra e Irene Montero, aunque la marisabidillas y narcisista Yolanda Díaz ha frustrado la acción eficaz de Podemos al excluir de Sumar a ambas ministras de su extraño cóctel. Sánchez tiene pendiente de erradicar la lacra de su propio partido. Su punto débil es el motín del CGPJ y debería destituir y y llevar a los tribunales a los jueces que bloquean cualquier tentativa de adecuar el derecho español al de la UE. Por lo demás, debería agradecer a la diosa Fortuna los políticos de la derecha y extrema derecha que le han tocado lidiar en la oposición, pues Rajoy fue un regalo por su divertida retórica, aunque daba pena verle solitario en los encuentros con sus homólogos europeos, pues no sabía inglés. El maná actual es Nuñez Feijóo, una calamidad por su ignorancia al debatir con Sánchez en las Cortes, que le ha llevado a la gloria de ser jefe de la oposición y quizá le cese Díaz Ayuso. En cuanto a Vox, la esperanza de Sánchez es ver a Abascal desaparecer en su propia basura.