Desde ese bucólico rincón de Brabante se han producido importantes acontecimientos históricos que han cambiado el ciclo de la vida europea. Ahora es residencia del diputado en el Parlamento Europeo y expresident del Govern de Catalunya, Carles Puigdemont. Se exilió para no ser detenido ante la persecución implacable de los jueces españoles para aplicarle su justicia opuesta a la de la UE, que asume los principios de justicia universal. La actitud de la justicia española y del Gobierno de Sánchez ha sido humillante para desacreditar a quien acusan de prófugo, pues su marcha de Catalunya fue inevitable, pero plena de legitimidad. Puigdemont como líder de Junts en las elecciones del 23-J,, se ha convertido en la clave para otorgar la presidencia en la investidura y ya no es el “prófugo” que la prensa española había convertido en payaso. Ahora impone condiciones muy estrictas para ceder sus votos a Sánchez, pues exige la amnistía de los condenados por el procés y el derecho a usar las lenguas oficiales en el Congreso y Senado, entre otras condiciones. Y que las medidas implementadas sean comprobables. Los efectos ya lo son, pues el ministro de Asuntos Exteriores mostró públicamente la solicitud a las instituciones europeas para que sean admitidos el catalán, euskara y gallego como lenguas oficiales en el Parlamento Europeo. El cumplimiento de esa condición ha supuesto el voto a favor de la presidencia de la Mesa de las Cortes a la candidata del PSOE. Evidentemente esta novedad es solo un síntoma, pues aún falta el debate de la investidura del presidente y se desconocen las condiciones de Puigdemont para cederle sus siete votos decisivos, pues es sabida la capacidad de Sánchez para “vender humo”. Pero también que los catalanes saben negociar con eficacia cuando tienen la oportunidad.
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