Extrema derecha, ultraderecha son términos políticos que dan mucho miedo y lo tendría que dar aún más si se desgrana su ideario de clasismo, de machismo, de racismo, de homofobia, en atrasar la edad de jubilación, de explotación laboral y del trabajo infantil, sin olvidar que fue la ideología que provoco la II Guerra Mundial, que parece que ya “nadie” recuerda. Su aporofobia “rechazo, aversión y desprecio hacia el pobre” es su destacada tara mental, nada cristiana por cierto, ellos y ellas que son tan de misa y de colegios del Opus. Lo más triste y paradójico de esta historia es que la ignorancia y cobardía de muchas de sus principales víctimas les hace votarles, por pensar que son más que los demás que son como ellos y ellas, y de esta forma creer convertirse en miserables “intocables” de primera, por defender y aupar al “macarra del barrio”. Perdiendo por ello toda dignidad, amor propio y decencia, y solo recibir a cambio un perverso embrutecimiento amparado en la Ley de la Selva y el espejismo de estar empoderados, pero que serán de los primeros en ser engullidos, por la selección natural del fascismo.