El tres ha arropado mi vida como la mitad que es del símbolo infinito. Sus múltiplos y divisores se han sucedido en un orden desconocido pero predeterminado. Nací un día 6 de un año 60. A los 3 años sufrí un accidente automovilístico y a los 9 uno doméstico. En la escuela primaria mi pupitre era el 12. En el instituto mi número fue el 24. Fui madre a los 39 y 42 (multipliqué algo tarde). Cuando a los 48 perdí padre y madre, me sumé a las divisiones. La pena dividió por mil todo mi ser. Ya no volví a sumar. Agradezco el no haber permitido que nadie hiciera de mí un 0 a la izquierda y aliviada por no sufrir el estrés de auparme en un número uno a como dé lugar. Cumplidos los 60 tengo, en un porcentaje aceptable, las tres cosas de la vida: salud, dinero y amor. Todo el poder de tres. Sin numeritos de magia.