Quiero empezar el año con una rabia ciega sin ninguna dirección, pero por motivos muy claros y expulsar al inconsciente colectivo todo lo que me carcome dentro (no quiero ser feliz a lo bobo) y de esta manera liberarme del asco de vivir en una civilización como la nuestra, compuesta por el imperio europeo, entre otros, que han conseguido globalizar el dolor junto al llamado desarrollo. Y es porque se ha conseguido inocular el dinero como la sangre que todo lo mueve. En principio sería una solución si no fuera exclusiva y fundamental. Y si no que se lo pregunten a los miles de muertos en pateras o mejor a sus familiares. A los refugiados en cárceles disimuladas con concertinas. O a los que no tienen donde caerse muertos y viven en las calles. O los que están sin trabajo y sin futuro; jóvenes y menos jóvenes. Y nadie dice nada, o muy pocos. Y eso de que hablo es solo una muestra de las plagas que campan a sus anchas por la calles y casas de nuestras ciudades llenas de luces de la dulce Navidad. En algunas casas el vaso no está ni medio lleno ni medio vacío. Está roto. Urte berri on!