La invasión comenzó hace semanas, discreta y lenta, pero también inexorable. Flamantes furgonetas recorren a diario mi barrio, repartiendo felicidad con sus pedidos. Continuamente las veo, con repartidores despistados, que aún no dominan unas calles que ya les pertenecen. La batalla con el comercio local se perdió hace tiempo, la actual es contra los centros comerciales nacionales y no pinta bien. Es difícil competir con millones de referencias disponibles con un solo click, con su rapidez de entrega, confianza en la devolución e imagen de marca.No somos conscientes de la incidencia de nuestro consumo, antes alimentaba familias, dueñas de comercios locales, luego corporaciones nacionales de grandes superficies y ahora engorda el bolsillo de un oligarca situado a miles de kilómetros que ve nuestro país como una conquista más. Pero esto es solo el principio; a los pedidos actuales pronto se unirán comida preparada, alimentos frescos y automóviles, ya tiene canal audiovisual y planean vender viajes, seguros y conceder préstamos. Habremos contribuido a crear la mayor corporación de la historia que controlará todo nuestro consumo y con esa información, nos exprimirá y controlará, hasta sacarnos nuestro último céntimo, eso sí, todo con un solo click.