Un señor con cara de burócrata le preguntaba a un maestro: ¿Profesión? Y el señor en la que también guardaba cola una que parecía del ramo, respondía: Interino. Y el señor sentado, persona al fin y al cabo que conocería el cotarro, le contestaba: Eso no es una profesión; es una desgracia. Me gustó tanto la viñeta que la recorté y la conservo hasta hoy, ya jubilado de la enseñanza. Estoy de acuerdo que los ciento y muchos liberados sindicales que chupan del Estado no se preocupan para nada de los interinos. Es más, nunca se han preocupado: ya tienen bastante con dedicarse a los funcionarios de carrera. Es más, en los años anteriores se preocupaban mucho menos, o sea nada, y que no hicieras el mínimo gesto de protesta que te tildaban de protestón. Eso lo he sufrido y vivido yo. Te bajaban al último puesto y si podían te suprimían. Con el beneplácito de inspectores y delegado de turno y los del departamento de personal, que colaboraban entusiastas. O sea, que algo hemos adelantado. ¡Huy! Escribir una carta... Pecado mortal. Aparte que las oposiciones no demuestran absolutamente que eres mejor profesional. Sí otros métodos que ellos saben. ¿Por qué no los aplican? Porque no quieren, no quieren que se arregle ese mundo. Y no somos olas que golpean la roca: somos y hemos sido seres de carne y hueso. Me gustaría que lo pensaran.