Ya se ha iniciado la campaña de los políticos que aspiran a asentar sus reales en alguna de las 350 poltronas del Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Y la que nos espera, singularmente a nosotros, colectivo de pensionistas: 9.300.000 en el Estado; 532.000 en Euskadi, más los colaterales, un buen filón de votos, ya que persistirán en que en su programa ofrecen lo insuperable para nosotros. Hemos sobrevivido a la precampaña, que no es poco, ya que no viene acotada por fechas de inicio, sino que transcurre al albur de los partidos, que aprovechan para vender como maligno cualquier movimiento político de los demás, si viene al caso acusando a otros de querer sacar rendimiento electoral de la buena voluntad de viudas y pensionistas, aun habiendo sido igual ellos votantes a favor de la que supuso congelación de nuestros subsidios o pensiones. Se jactan ahora de haber superado el 0,25% que impuso Rajoy en su nefasta reforma 2013 y habernos conseguido el IPC, con la boca grande, pero sabiendo que solamente está asegurado esto para el 2019-2020, pues no se han esforzado en exigir su blindaje. Esto, que conste, lo hemos logrado nosotros en la calle, pues si no llega a ser así, ellos no se menean del sillón al que aspiran. Visto lo visto, no sé si merecen otorgarles confianza, máxime cuando observamos que la legislación que elaboran, ellos mismos no la cumplen. Ya me dirán qué pasa, si no, con la Ley 3/1979 del Estatuto de Gernika, transcurridos 40 años de su pronunciamiento. Y no les ocurre nada. Cada vez más convencido que no es la Ley para todos igual.