Pareceria una reiteración pero con ello quiero dejar bien claro que la soberbia de los políticos españoles sigue en el limite. Por fin un gobernante moderno llama a las cosas por su nombre. La señora de Andrés Manuel López Obrador es historiadora y sabe de lo que habla. Los políticos españoles no son historiadores y solo saben que en un país como este deben defender lo indefendible. España fue a América a buscar algo de lo que vivir. Llegó allí y conquistó, sometió, esclavizó y explotó al pueblo autóctono esquilmándole de sus riquezas y esclavizándolo en provecho de la corona española. Y esto sucedió de la mano de la Iglesia católica, que participó en las encomiendas -antiguos campos de concentración donde se recluía a los indígenas cautivos para explotarlos y que proveyesen con su trabajo de riquezas a la corona española- y que participó del expolio, llevando a América a la Santa Inquisición. Y las huestes de Hernán Cortés para presumir de sus tropelías propagaron la idea de que los mayas chontales a los que se enfrentaron eran tan grandes que les sacaban dos cabezas, cuando cualquiera que haya visitado México o Guatemala sabrá que la mayoría de los mayas no pasa de 1,60 metros. Unos armados con escudos de acero, montados a caballo y los otros tirándoles con cerbatanas... Y ahora se nos quiere hacer ver que aquello no fue nada malo, pues gracias a tanto crimen el pueblo mexicano y los demás pueblos de América lograron integrarse en el mundo moderno. Burda mentira. En México, de una población de 110 millones, hoy en día solo hay 7 millones de indígenas. La política y la economía están en manos de los supremacistas herederos de los españoles que en su día sometieron a los pueblos originarios y los siguen manteniendo en la indigencia en su propio país. Toda la prensa está en manos de españoles, así que no sorprende que ante la declaración de la esposa de López Obrador, tanto allí como aquí, nieguen la mayor, pues su razón no es la verdad, sino el sometimiento de cualquier atisbo de libertad que provenga del pueblo sometido y esclavizado. Y eso lo dice alguien que sabe de lo que habla pues solo en los últimos tres años ha visitado México en 22 ocasiones.