Siempre tienen más cabida las quejas que los agradecimientos. Y en este caso, vengo a darle la vuelta. El pasado fin de semana vivimos una tragedia familiar del primer mundo: el balón se nos quedó encajado en lo alto de una palmera del parque de Ametzola. El pequeño mayor de la casa, con 5 años, se quedó muy triste y afectado. Tanto que hasta escribió una carta a los bomberos pidiendo, por favor, ayuda para recuperarlo. No hizo falta, sin embargo. Unos amable operarios municipales que reparaban las farolas de la zona atendieron la extraña petición de ayuda con su camión grúa una vez acabados sus deberes profesionales. ¡Gracias mil!
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