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Política sentimental

Unidad, independencia, economía y sentimientos son elementos que según su amalgama pueden satisfacernos o enojarnos. Los sentimientos son muy loables pero el “más vale honra sin barcos que barcos sin honra” está reservado a los escasos quijotes que no son habituales entre nuestros políticos. La unidad significa poder económico y el centralismo no tiene dudas al respecto, pero necesita el ingrediente sentimental para mimetizar los primeros y seducir al pueblo. Próceres idealistas hablaron durante décadas de sentimientos y descentralización, pero agitado el ventilador comprobamos que su pope, tenía más querencia por la pela que por su “Catalunya lliure”. Cada cual puede mezclar estos elementos como mejor lo considere pero, en referencia a los políticos, sin ningún derecho a engañar al pueblo sobre el fin último de su proyecto. Cierto que la unión hace la fuerza, lo que no quiere decir que separarse, con orden, deba conllevar a la confrontación si cada cual respeta y colabora en el bienestar común. ¿Acaso no es Europa una unión de diferentes con respeto mutuo? El problema no es unirse o separarse, sino respetarse. Pero cuando la economía anda por medio, lo tuyo se confronta con lo mío y lo de ambos no es lo de todos los paisanos.