Sobrecargados de materialismo nos hemos vuelto en general más insustanciales, huecos y carentes de sentido. Una dieta de sobrecarga consumista que además no podrá ser nunca receta salvadora de nuestras economías porque, muy al contrario, es ella misma la que nos aturde y nos resta capacidad para poder asentar las bases de ese futuro distinto que necesitamos.
Nuestra experiencia nos dice que a pesar del bienestar conseguido, seguimos siendo infelices. Quizás más que nunca. Porque además nos hemos visto obligados a atarnos a esa apuesta de bien-estar actual y tenemos que correr cada día más de prisa para que no se nos escape, cuando es ella la causante principal de nuestra infelicidad, de las cada vez más frecuentes crisis, de nuestro creciente mal-estar y de esa cada vez más frecuente escapatoria en todo tipo de drogas.
Debido a la comodidad en la que retozamos, aparentemente beneficiosa, nos hemos acostumbrado a silenciar aquellas voces de dentro que nos piden aligerar equipaje para vivir más sueltos, gratificados y felices.
En sentido inverso a lo que pensamos, cuanto más tomamos de la medicina materialista, menos conscientes nos hacemos de la raíz del problema. Hasta que un día hagamos crack, o la muerte nos aparta, de un plumazo y sin enterarnos, de la carrera de ilustres triunfadores.