Lo confieso, soy funcionaria. Hace ya bastantes años. Sacrifiqué tiempo y actividades por lograr estabilidad en una época en la que la gente renegaba de ser funcionario y hoy en día sigo formándome, porque es necesario. Lo confieso, es un pecado y seguramente iré con los picados de San Vicente de la Sonsierra para redimirme. Pero créanme si les digo que hago todo lo posible por que salga bien mi trabajo y de la mejor disposición posible, a pesar de que en el mundo en el que me muevo hay personal estancando años y paños en la silla y que no ha pasado por una oposición ni se le ha invitado a ello. Confianzas, ya saben.

Lo confieso, soy funcionaria, pero trabajo y no recibo el PER, ni subvenciones de Cultura, ni hago viajes oficiales acompañada de nadie ajeno a mi trabajo ni atesoro fincas y facilidades de enriquecimiento. Así que cuando al presidente del Gobierno central le aprietan las tuercas y aprieta donde sólo se atreve (funcionarios, pensionistas, ayudas sociales…) sin ningún tipo de autocrítica, me pregunto si volverán a votarles los de siempre ante semejante sinvergüenzada.

Hoy en día, las ofertas de empleo público se desbordan de personal que sólo desea aparecer en una lista de contratación para que alguien se acuerde de ellos aunque sea para cubrir una noche o el típico marrón de vacaciones de Navidad. Hoy en día un presidente incapaz de gestionar y dirigir ha hecho daño donde bien sabía. La respuesta queda de nuestra mano.