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Biribilketa

Tan humana que da miedo

En esta cruzada-serial que mantengo los lunes de un tiempo a esta parte en relación a la importancia creciente de la Inteligencia Artificial (IA) en nuestras vidas, no hay semana que me falte munición para poner el acento no en la maldad o bondad sino en la capacidad de mimetismo que tiene la IA con nuestras características humanas. Admito que me asusta hasta qué punto es capaz de reproducir actitudes poco edificantes, lo que debería indica el miedo que damos nosotros mismos.

Esta semana he topado con un anuncio de la empresa Antrophic, que desarrolla modelos de IA, en el que advierte de que el más reciente, sometido a prueba, había reaccionado chantajeando a su supervisor ante la eventualidad de verse sustituido por un modelo diferente. Claude, que así le llaman, amenazó a su supervisor con divulgar datos de una infidelidad si le desconectaba. No me digan que no es de lo más humano: tu jefe te anuncia que te va a despedir y vas tú y le contestas que se lo piense porque tienes fotos suyas con la directora de recursos humanos, por ejemplo, en un concierto de Coldplay; aunque no le haya pillado la kiss-cam.

No sé dónde han quedado, en el mundo de los desarrolladores, las tres leyes de la robótica que definió Asimov: no dañar a humanos por acción o inacción; cumplir las órdenes no dañinas para otros humanos y autoprotejer su existencia salvo que colisione con la primera ley. Esta tercera no le picaron los de Alphabet en el código de Claude. Es cierto que la prueba ha servido para ver el error, pero la prisa desbocada que demanda el negocio ha conllevado generar ese error de origen. Eso da qué pensar porque errar es tan humano que asustan las equivocaciones que una versión tecnológica hipermusculada de nosotros pueda llegar a cometer.