Hizo explosión la carga de profundidad de la UCO en el corazón del PSOE y la detonación ha dejado exhaustos a todos en el partido. Entre lágrimas, vergüenza y decepción, la digestión del informe sobre Santos Cerdán y su presunta participación en la trama Koldo-Ábalos va camino de gastroenteritis y ya veremos si de descomposición de todo el cuerpo socialista. Sostengo la presunción, por supuesto; solo faltaba que optáramos por la Justicia del juez Roy Bean, que anunciaba a la vez la fecha de celebración de un “juicio justo” y la hora del ahorcamiento.

Lo que ahora me interesa es si la bomba lanzada es incendiaria o de racimo. En el primer caso, va a arder la confianza de muchos seguidores de Pedro Sánchez y, sobre todo, van a aventar el humo todos sus opositores de dentro y fuera de su partido. Pero si es de racimo, ¡ay, ama! Si es de racimo y ha dejado sembrado minas una amplia extensión de la estructura del PSOE o del Gobierno, el proyecto no puede seguir soportando la sucesión de mutilaciones. Sánchez está ante un Rubicón en el que quienes le empujan a cruzar la línea del fin de la legislatura saben que le arrojarían al cauce atado de pies y manos y que resistirse a meter un pie en esa corriente solo puede sostenerse si la investigación limita daños a una trama corrupta particular –el ojo clínico de los partidos para evitar que medren los más jetas vuelve a mostrarse tuerto– o deriva, como ocurrió con el PP, en una estructura de mordidas de la que se ha beneficiado el partido. Por cierrto, a éste le apura también la prisa, no sea que, en mitad de su galopada, la imputación por fraude fiscal del novio de Ayuso –defendido con bulos desde la tramoya pública del director de gabinete de la presidenta de Madrid– le quiebre la pata al caballo.