YA vuelve el afortunado eslogan del gobierno Frankenstein en boca del PP por la necesidad de Sánchez de apoyarse en los partidos bisagra. No deja de ser un truco de ilusionista para esconder el candidato zombi que es hoy Núñez Feijóo, que lanza dentelladas pese a las dudas de que siga vivo. Pero lo que demuestra esto es que la veda del desgaste está abierta.

El PP y sus medios afines están en precampaña de nuevo y su esperanza de una repetición de las generales tiene un cierto viso de oportunidad que irá creciendo o desinflándose en las próximas semanas. Pero lo que es más que obvio es la cita cierta del calendario electoral que pasa, sí o sí, por las autonómicas vascas del año que viene.

Así que la tradicional pinza derecha-izquierda sobre la centralidad se va a manifestar mucho más claramente en Euskadi que en el Estado, donde los extremos seguirán siendo antagónicos y reforzando su discurso por oposición al otro. En tanto ninguno de los dos –PP y EH Bildu– está en disposición de liderar una mayoría de gobierno en Euskadi, van a coincidir en trabajarse la inestabilidad de la actual mayoría PNV-PSE.

Cada uno con sus herramientas. Desde el marxismo, con un papel clave de la burbuja socioeconómica en la que se ha convertido el sector público, vienen meses de conflictividad. Ruido en la calle para exigir a la sociedad vasca que pague la mejora de las condiciones de sectores específicos de la misma. Desde el ultraliberalismo, ruido en los medios para hacer cuña entre los socios de gobierno. El reproche, para desgastar la imagen de estabilidad que hoy aporta el PNV, e inflamar la expectativa electoral del PSE tras la exitosa polarización de las generales. Esa doble estrategia pasa por que no la perciba la ciudadanía; que crea que va a votar por pagar menos impuestos o recibir más subsidios, en lugar de por un modelo sostenible de bienestar. Al tiempo. l