Lotería
Ya ha pasado la lotería de Navidad. Los comentarios son los habituales: si te ha tocado, “este dinero me viene de maravilla, lo usaré para tapar agujeros”, en caso contrario, “la mejor lotería es la salud”. A primera vista, es inexplicable la gran cantidad de tiempo que aparece información sobre el sorteo en los medios (sobre todo la televisión pública). Ahora bien, si profundizamos un poco aparecen dos matices ayudan a comprender este hecho. En primer lugar, llama la atención que el Estado se haya planteado limitar el juego con medidas como acotar los horarios de las salas de juegos o no acercarlas a los colegios y sin embargo dedique una gran cantidad de tiempo a incentivar la lotería de Navidad, “el sorteo que nos une”. Lógico y normal: la cantidad de dinero que recaudan es enorme. Es la hipocresía elevada al infinito. El juego está mal si ganan otros, ahora bien, si gano yo está muy bien. En segundo lugar, se realiza una publicidad inmensa para que todo el mundo juegue, aunque sea el puesto, a la lotería del Niño. Basta acudir a un centro de pago para observar cómo la inmensa mayoría de los premiados con el citado puesto prefieren apostar de nuevo antes que cobrar sus 20 euros que dan para un menú del día, un buen libro o dos entradas de cine.
La propaganda es todos los años la misma: “¿y si cae aquí?”. Si alguien tiene la desgracia de no comprar en el lugar donde trabaja y cae allí un premio es estigmatizado. Es lo que tienen las normas sociales. Es la envidia preventiva, “compro por si acaso”. Otro ejemplo de propaganda efectiva por parte del Estado es la de “Hacienda somos todos”. Otra falsedad: Hacienda es Hacienda, punto. Están apareciendo firmas de abogados que denuncian los abusos de la Agencia Tributaria española contra los contribuyentes y los empresarios. El caso más relevante es Amsterdam&Partners, que ha publicado anuncios comentando estas prácticas en periódicos tan influyentes como “Financial Times”. Hay más: la ATA (federación nacional de asociaciones de trabajadores autónomos) denuncia también que se pierden al año 200 horas y 3.000 euros al año por la burocracia. Su presidente, Lorenzo Amor, recuerda que “cada día dedicamos más tiempo a los papeles y menos a generar riqueza”. Hay otros sectores todavía más perjudicados como la agricultura y la ganadería; además de soportar la inmensa burocracia deben competir en desigualdad de condiciones con productos que no cumplen los estándares de calidad acordados en la Unión Europea. Eso explica las inmensas movilizaciones realizadas en los últimos tiempos; destaca la de Bruselas y a nivel de países, Francia y Grecia. Por supuesto, la lotería de Navidad es mucho más importante y ocupa más espacio en los medios generales. ¿En qué mundo vivimos? ¿Cómo puede ser?
Una estimación numérica comprobaba que si el dinero gastado de media en juego y tabaco se fuese a un fondo de inversión en el momento de la jubilación tendríamos ahorrados 100.000 euros más. Al margen de la posible exageración la conclusión es clara: muchos pocos hacen un mucho, podemos gastar mejor el dinero.
Además de la lotería existen más juegos: la primitiva, apuestas on line o en máquinas, quinielas, bingos, ruletas, blackjack… las opciones son variadas y el resultado es conocido: perderemos siempre, y lo haremos por una razón estadística. Se llama valor esperado. En términos matemáticos, se denomina así a la cantidad de dinero que esperamos ganar en una partida. En el caso de la lotería de Navidad por cada euro apostado jugados perdemos, en números redondos, la tercera parte. Eso no lo notamos si compramos cinco décimos, pero se puede aventurar que si nos jugamos tres millones de euros en décimos lo normal es recuperar en premios dos millones. Todos los juegos comentados tienen valor esperado negativo. Todos. No hay nada que hacer, siempre gana el mismo: quien gestiona y organiza la partida. Y sin embargo, seguimos jugando.
Los boletos verdaderos son otros. Y los compramos todos los días. De la misma forma que como decía el gran economista austríaco Ludwig Von Mises “la mejor democracia es el mercado; nuestro voto es nuestra compra” se puede afirmar que “la mejor lotería es la de vivir, nuestra decisión es nuestro boleto”. Eso implica que cuidarnos bien, buscar caminos profesionales y personales que proporciona desarrollo sostenible, controlar nuestra mente y pensamientos o sonreír son boletos que podemos comprar en cada momento del día; boletos que aumentan la probabilidad de tener una vida… con más calidad de vida. En estos casos ocurre lo contrario que en el juego: el valor esperado es siempre positivo.
De todos estos décimos los más importantes son dos. Lo demuestra la evidencia científica. En primer lugar, una vida social enriquecedora y de calidad. En segundo lugar, un descanso tranquilo y reparador. Sí: dormir bien.
¿Los compramos?